domingo, 29 de marzo de 2015

HELLBOY — GUILLERMO DEL TORO

Afiche por Drew Struzan
El realizador mejicano, confeso fan del cómic, y sobre todo del que traslada a fotogramas, intenta crear un retrato fiel del personaje ideado por Mike Mignola (con ayuda de John Byrne) y que genera tanta apasionada repulsión como adicción. Ron Perlman, embutido en una aparatosa superestructura de látex, encarna a Hellboy, moviéndose por todo el proscenio salvando gatitos.

Aunque Hellboy no trabaja solo, pues está integrado en un cuerpo secreto de defensa paranormal norteamericano (Los Cazafantasmas, pero en gubernamental; por tanto, todo velado por el secretismo oficial y las paranoias adjuntas de quienes intentan salvar el mundo día-a-día al margen de los telediarios), y que en el filme está bastante detallado, cuando mejor trabaja Hellboy es solo.

Figuras tan exóticas como Abe Sapiens, o Liz Sherman, que engrosan el historial del personaje para humanizarlo, generando de paso ese merchandising que enfebrece al pintoresco colectivo coleccionista conocido últimamente como freakies, en mi opinión roban protagonismo a Hellboy. Y no molan. Son un obstáculo; tienen una elegante función de soporte para el héroe en un momento determinado. Pero carecen del carisma que acopia Hellboy. Verlos en pantalla… inquieta. Ralentizan. Demoran. Si de por sí el cómic tiende a la lentitud para ganar suspense y atmósfera, que consuman momentos en secundarios “poco agraciados” genera cierta desafección por la cinta.

Rasputín y su quincalla steampunk-nazi hace de
comadrona para traer a la semilla de destrucción
entre nosotros
Pienso que se debe al poderoso y triunfal individualismo que la ficción lleva, desde siempre, empotrándonos en los sesos. Todo tipo de injurias nos apedrean, a los comunes mortales, y la caída termina produciéndose inevitablemente. Personajes como Hellboy también sufren su copiosa manta de agresiones, físicas, verbales y/o emocionales. Pero las vencen.

Tienen ese acero, ¡MÁS ACERO!, ahí dentro, y del que tiran, para imponerse y lanzarnos el inequívoco mensaje de que, chaval, ¡también puedes tú! Nos adoctrinan para ser fuertes, lograr metas, coronar escarpadas cumbres, conquistar adversidades, ajá, sí, y dormir plácidamente después.

Nuestro encarnado protagonista trabaja con todos
estos apalancados y alguno más
La vida real… no es así. Terminamos necesitando apoyo. A veces, la fuerza procede de un amable consejo, o una maternal palabra dulce, enunciada por quien carece de los vigorosos músculos de Hellboy. El mensaje subliminal de Hellboy (por ejemplo), de vencer a todo coste, sin importar cuál sea la adversidad, se desvirtúa, se cuartea. El individualista queda de puta madre magistral en ficción. Tienta a ser imitado, ¡por supuesto! Nuestra pobre carne mortal requiere, sin embargo, del árnica de la solidaridad y la comprensión con bastante frecuencia.

Mas Hellboy es ignífugo y puede enfrentarse a aberrantes criaturas del Remoto Pasado, o aun realidades paralelas sanguinarias, superando el trance con relativa dificultad. ¡Qué envidia!

Como el tétrico adefesio que carga a
la espalda
Esa parte del filme, que tanto apela a lo ilustrado por Mignola, a su vez sustentado en los “delirios” fantabulosos de H.P. Lovecraft sobre titánicos astronautas, en última instancia, con facultades sobrenaturales, desluce un tanto su curso. Son actores dentro de corazas de látex, que gruñen (¿por qué? ¿No tienen idioma? ¿Por qué deben mugir, si luego resultan ser altos duques del Huerco?) como todo parlamento, y se mueven con torpeza, destruyendo toda ilusión de “credibilidad”.

Hellboy no es radical exterminándolos. Del Toro “se recrea” permitiendo que el bruto ‘sobrenatural’ cause víctimas y daños, impidiendo a Hellboy proceder expeditivo (lo esperado), pues ingeniar el chiste estilo John McCleane antes del tiro de gracia parece la auténtica preocupación de Hellboy.

Hellboy aquí espera impedir el Fin del Milenio y la liberación del Dragón, trágico suceso que cuenta con la fatal ayuda de nazis adictos a una causa distinta al Reich Milenario proclamado por la fastuosa y rimbombante Propaganda nacional-socialista, embaucados por Rasputín en su peculiar cruzada para destruir nuestro pequeño mundo y edificar sobre su escombrera algo mejor. Para Rasputín, es de suponer.

Nazis, misticismo delirante... ¡menudo cacao!
Y ¡funciona!
Los nazis han terminado siendo fuente de anécdotas e historias que caminan bien o descarrilan del todo. En Hellboy son semilla de destrucción, gerentes de un Armagedón bastante resultón y creíble. Todas esas máquinas de sesgo steampunk y conjuros raros. Les dignifican. En producciones menos cuidadas, o sólo pensadas al descuido de obtener algún rápido beneficio, son un recurso payaso, estereotipado, que ¡asombroso!, insulta al espectador por su burda puesta en escena.

Del Toro empero ofrece un filme interesante (visual, ante todo) y adecuadamente servido para el buen esparcimiento. Salva esa franja horaria que destinamos al ocio, tanto como para financiar una secuela mucho más elaborada (otra vez: desde lo visual) que esta primera entrega.

Pero Hellboy tiene la bala adecuada para ellos
Como apunte final, cuan ociosa digresión, señalar que, al contrario de otros regidores, más encastrados en la “arrogante” dignidad que puedan aportar “los clásicos”, del Toro ve en la historieta un importante recurso cultural fluente en argumentos sólidos para el cine. El clasismo habitual de la “alta escuela” reniega del medio con una emoción que recuerda al miedo, el de que el público descubra que todo su jactancioso artificio es oropel, y le dé la espalda. Así que mejor masacra al cómic, salvando su suntuosa situación.

“LA MÁQUINA DE VENCER” — MI PRIMER CUENTO PUBLICADO

Para ilustrar la noticia, un icono de un "compatriota histórico" que también es imagen alegórica sobre el contenido del relato publicado 
Me enorgullece anunciar, en esta sencilla “nota de prensa”, que mis pobres habilidades como escritor “en ciernes” tienen su recompensa en la e-publicación, junto a otros relatos, en la reconocida web Sitio de Ciencia Ficción.

Mi cuento versa sobre gladiadores que combaten por la defensa o conquista de planetas. Eso elimina las costosas guerras interestelares. Es un poco la política de la Cúpula del Trueno. También, he intentado (espero que con éxito) hacer un elaborado bosquejo de la psicología y emociones que embargan a los protagonistas ante tan decisivo trance, incluyendo un segmento de acción que confío sea un complemento que redunde en el beneficio general de la historia.

Mi agradecimiento al responsable de Sitio por la confianza demostrada al publicar mi cuento en tan notoria web del género.

miércoles, 25 de marzo de 2015

HELLBOY — MIKE MIGNOLA (Y JOHN BYRNE Y BILL WRAY)

Todo dicho: despertar al demonio (que hay en Hellboy)
No. Esta no es la usual serie de acción, un poco loca, que impera en el mainstream. Hellboy (Anung Un Rama) se asemeja al Rick Deckard de Blade Runner, paseando su abrigo por los salones más decadentes de cualquier castillo encantado que, en realidad, enmascara, más que sepulta, las ruinas colosales de un culto anterior al Hombre (comidilla sutil arrancada de los Mitos de Cthuluh de H.P. Lovecraft, y quizás a las teorías de Von Dänniken), cuando no era muy diferente de otras criaturas preparadas para el sacrificio.

Hellboy procede de esos tiempos, aunque por alguna dislocación cuántica, o mágica, su presencia entre nosotros es mucho más actual. Pero no se siente de esa estirpe que debe barrenos de la Historia del Cosmos y el Tiempo para dejar lugar a inconcebibles seres que rozan una especie de divinidad y gobernar las galaxias con un carácter que se nos antoja despótico.

Los nazis suponen una fuente de
aventuras e inspiración para esta
serie, merced a la "duplicidad" del
III Reich; magia y máquinas
MikeMignola, co-creador del personaje (pues algo añadió John Byrne al concepto), nos lanza a las aventuras del singular demonio con un estilo impactante, esquemático, pero ampliamente efectivo, que insta imitación a otras firmas. Mignola ha ido resumiendo su línea “primigenia”, que podemos verificar en Ironwolf, más cerca de un… Neal Adams, o Howard Chaikin, más natural, para buscar una expresividad que obligue al lector a leer las andanzas del sujeto de rojo el resto de páginas.

Hellboy es un personaje que tiene cierta controversia; algunos lo encuentran insoportable por mor de su lentitud, algo que no le veo. Abundan los momentos dinámicos y su trazo realza lo dramático del suceso. Desde aquél Semilla de Destrucción (que sugiere ser experimento arriesgado que coció felizmente bien), Anung Un Rama ha ido chocando con las maquinaciones de Rasputín, quien con ayuda de desaforados espiritistas nazis materializó a esta asombrosa criatura a nuestro mundo, y sus ramificaciones.

Mignola ha ido construyendo una especie de catedral en torno a la idea de que Hellboy porta la llave de nuestra extinción: su singular mano derecha pétrea, y que Rasputín codicia para provocar un irrevocable Fin del Milenio que instalará esos seres con tentáculos de factura Lovecraft al mando.

¿Quién dijo que es un personaje
aburrido? ¡Si se mete en broncas!
Esa columna vertebral se nutre de subtramas basadas en un rico folclore internacional, narrándolas ora con leve ironía, o con el tremendismo característico de la saga principal. Esa génesis flamígera, vista con perspectiva desde el tomo La isla, apuntala el que Semilla de Destrucción iba a ser un one shot aventurero y a ver si hay suerte y ganamos unos pavos extras. Igual, hasta podemos publicar un par de números más.

Hellboy surge en ese momento de ruptura con las majors (DC Comics, Marvel Comics) y la efusión de independientes (Image, Dark Horse), que pretendían aportar aires nuevos de renovación/rebelión/regeneración a las viñetas, explorando “nuevas” formas de expresión, de contar, de imaginar personajes.

Las estructuras ‘caducas’ de las majors no podían perpetuarse. Los mejores dibujantes corrieron el riesgo y montaron sus sellos editoriales esperando obtener una tajada más grande del pastel de las tiendas de cómics, y un respeto que las majors no solían darles. La jugada, como ocurriera con Hellboy, salió bien. O medio bien, comparando los resultados posteriores de algunos de esos personajes “rebeldes” que querían competir con iconos demasiado asentados como Superman, Batman o los X-Men.

Los croosovers no han sido una
buena idea; pero el mercado los
impone, así que...
Al margen de toda la parafernalia de emulación de los superhéroes (porque en el fondo, eso era: copia, algo que sugería que el dibujante tal tenía planeada cierta saga para X-Men, pero el editor lo prohibió, el autor cogió el rebote, montó su independiente, publicó “su saga”, y quince números después, agotado, sin ideas, sin el pretendido impulso renovador, volvía al redil), Hellboy merodeó catacumbas y sepulcros en busca del terrible trasgo que inquietaba a la próxima población indefensa.

Sobre todo esto planea la idea milenarista de liberación del Dragón ideada por Rasputín (con cada derrota, cada vez más desleído, más borroso, menos influyente) como leal siervo de esas voluntades de Lovecraft enclaustradas en fundas pétreas transparentes desde Dios sabrá cuándo. Semilla de Destrucción contiene un elemento extraño, alienígenas que reaparecerán en El gusano vencedor, donde gran parte del plan de exterminio humano y sus secuelas es revelado. No casa. No encaja. Hellboy tiene una línea “paranormal” de acción.

Un toque de humor entre tanta aventura sepulcral
Y por suculenta que, de entrada, parezca la idea de combinar elementos tan dispares y a ver cómo se articulan, sigue siendo ese engranaje chirriante que, afortunadamente, Mignola supo eliminar de la trama. Aparenta ser una sugerencia de Byrne, como una forma de enlazar mitologías de cómic “clásicas” que aquietaran al lector, sedado a base de esas ocurrencias.

Peor suerte tuvo Hellboy con los crossovers, que Mignola admite fueron experiencia negativa. Pero bueno: de los errores debemos aprender. Y parece ser que Mignola es de los afortunados incapaces de repetirlos.

Más aún: Hellboy ha ido en constante progresión.

domingo, 22 de marzo de 2015

ELYSIUM — NEILL BLOMKAMP

Dentro de su cráneo, la panacea
universal de la agotada Tierra
Para construir este reflexivo drama social futurista sobre la inmigración, clandestina además, Neill Blomkamp parece volver a inspirarse en el manga Gunnm (Alita, Ángel De Combate) de Kishiro Yukito. También Distrito 9 estaba impregnado de elementos de esas viñetas. Afortunadamente, Blomkamp lo ha hecho con gran calidad, cuan respetuoso homenaje. En cierto modo, sus películas sobre el triste y tenebroso Patio de los Desperdicios son mejor adaptación que el filme de animación japonés realizado sobre Alita.

Pero no sólo Oriente aporta influencias. Otra sólida vértebra es Hardwired, de Walter Jon Williams; aun refiere Un fantasma recorre Texas, de Frizt Leiber. Hay más, no obstante; un copioso festín de detalles de riqueza imaginativa y visual, ofrecidos con espectacularidad.

…y esa inquietante analogía entre Max Da Costa (Matt Damon) y Jesucristo, por mor de su vigoroso exoesqueleto, cruz a la que lo atornillan salvajemente…

Pero estas referencias destacan, esto es, para quien las conoce, brindándole mayor solaz al visionar la cinta. El espectador medio contempla una desoladora parábola del Mañana-Mañana, donde la inmigración ilegal emplea raudas naves destinadas al Edén HI/TECH orbital: Elysium, cuyo espectral fulgor plateado en el alto cielo, entre todos los áridos vientos contaminados, embruja a una población… ¿cuartomundista?

El sueño inalcanzable para toda la depauperada
Humanidad
Y la transitoriedad del poder: esta población reside en Los Ángeles, California, Estados Unidos. (Donde no vemos ni el cartel de Hollywood ni las orillas del Blanco Pacífico, por cierto.) El poderoso titán del presente ha caído, y entre los escombros de sus huesos pulula una población a caballo de la radical miseria de las favelas y la HI/TECH de los intransigentes androides-policías.

Si EE.UU. está así, ¿cómo vivirán en los actuales países del Tercer Mundo? Al planeta lo socavan condiciones climáticas extremas; quizás lugares como los USA aguanten mejor merced a su pasado poderío, pero ¿Mali? El Sahara, ¿inunda África? ¿Ha traspasado los Pirineos?

Especulaciones que activan una mente fértil y con ánimo de estamparlas en un relato. Hipótesis como la que intenta Blomkamp plasmar impregnándola de mensaje social, empleando sugerentes recursos visuales y de acción envueltos en titanio de alta resistencia capaz de soportar la masacre de las críticas adversas, o superficiales.

El cuartomundista Los Ángeles. ¿Cuánto tardarán
nuestras ciudades del primer mundo en verse así?
Plantea cavilación el deprimido Los Ángeles spanglish de Da Costa, exconvicto decidido a no reincidir (pese a las tentaciones), que termina siendo el taumaturgo universal de un populux hambriento de medicación restauradora. La ciudad, ¿quedó así de agotada por desgaste de siglos, o por invasión desde el Sur, acosados por distintas calamidades que les empujaron al Norte?

Elysium nos evoca esas imágenes que continuamente surten los telediarios, las de inmigrantes ilegales asaltando nuestras fronteras, convencidos de estar llegando a su Elysium. Y ¿qué hacen, ya aquí? Los ecosistemas, planteados de modo riguroso, contienen finita cantidad de recursos. Si los sobrepoblamos, ¿qué ocurre?

La enérgica Delacourt impedirá, como sea, que
Elysium se degrade como la Tierra
Se agotan. Todo se empobrece. La calidad de vida, mengua. Y no gusta nada, a quienes gozaron de privilegios, perderlos. Esto expone Jodie Foster en su interpretación de Delacourt. Ha visto más allá del esplendor centrífugo de Elysium y sus mansiones de tinte californiano, obsesionándose con que el agraciado paraíso tiene caducidad y limitaciones, e impedirá, como sea, su degradación.

Dibujan su actitud con cruel egoísmo. Necesitamos un cerebro frío y despiadado tras el músculo brutal de Kruger (Sharlto Copley), que acaba expresando sus propias ideas presidencialistas. Pero es la actitud de alguien con visión y control de sus existencias. Encomendado perpetuarlas, si hay cien unidades indispensables, imposible repartirlas.

Y Kruger es una de esas formas de conseguirlo.
Max Da Costa tiene otra opinión al respecto
Lo ético, por supuesto, en el planteamiento sanitario que ofrece Elysium: enviar las naves hospital-robot a la Tierra y curar a los enfermos. Pero Delacourt sólo ve que una ingente masa quiere abordar un favorecido islote de privilegiados con recursos finitos, quizás irreemplazables. Al final, el egoísmo conquistó todo su corazón.

Blomkamp intenta explicar que la solución no pasa por abrir indiscriminadamente las fronteras. El pensamiento cosmopolita será muy hermoso y paritario y todo eso, pero altas murallas hacen buenos vecinos. Esta es la clave: buenos vecinos. Blomkamp traslada las naves hospital a la Tierra como analogía de que el problema de la inmigración ilegal se soluciona desarrollando sus países origen, donde luchen por mejorarlos, en vez de vagabundear por el Elysium europeo, brindando argumentos a la radicalización xenófoba y los skinheads.

Y conviene concienciar a los ilegales de que aquí hay un presupuesto y que, de la nada, no surgen las cosas. Si sobrecargan Europa, su Elysium, sólo trasladarán aquí su pobreza (no lo permitiremos; está en la naturaleza humana), y ¿a dónde iremos ahora?

Un destello de esperanza de redención en forma de
naves robots hospital. ¿En la vida real sucederá así?
Astutamente, Blomkamp ha empotrado todo esto junto al poderoso espectáculo del wrestling de los exoesqueletos, mas dejando destacado el mensaje: mejor empleáis vuestras vidas en levantar vuestros países, y que Occidente ceda un tanto de su riqueza para luego, allí, no verla mermada por oleadas de ilegales, que a posteriori, sólo aportarán más desestabilización que ayuda. Pero ¿le harán caso? Lo dudo.

miércoles, 18 de marzo de 2015

HARDWIRED — WALTER JON WILLIAMS

Portada forastera de un gran clásico
Romanticismo contra comercio; es el núcleo central de esta novela de Walter Jon Willians (¡aclamad al escritor!) tras la aparatosa y bien relatada tramoya cyberpunk con la cual nos encandila.

Es lucha que cada día se perfila más clara en nuestro mundo actual; los estándares “tradicionales” de política y orden conocidos empiezan a debilitarse frente a Corporaciones económicas que van poniendo al mando de los distintos Gobiernos líderes que beneficien sus balances mercantiles. El populux reacciona ante esta forma de agresión (de siempre presente, aunque bajo otra máscara) con populismos-y-populistas que, tras la sonora maraca de sus eslóganes combativos, no hay nada, y de triunfar, manifiestan la corrupción incontrolada que critican a los grandes partidos, así como ineptitud para lidiar con los toros de la potente economía corporativa. La prosaica realidad les estalla los morros.

Pero siempre hay quien, románticamente, se erige adalid contra el monstruo y le planta cara en un último y decisivo combate que, al menos, le glorifique para la posteridad. En Hardwired, este caballero andante es El Cowboy, idealista de la vieja y buen escuela. Sueña metas supremas y, como los iconos de quienes toma el nick, su máxima aspiración es poder transitar las grandes planicies libres de las alambradas HI/TECH que erige el Corporativismo. Combate cuanto restrinja sus parcelas de libertad.

Aquí nos la sirvieron así
Su opuesto es Sarah, una prostituta/mercenaria/sicario de un Miami medio anegado por el alza de los océanos. Curtida guerrillera de las terribles vicisitudes de la vida, éstas la han llevado a ser traicionera y pragmática. Tiene un sueño, cierto, pero estima saber eludir sus ensalmos sedosos… o eso cree.

Al contraste con Sarah, cínica total, el Cowboy, que no es ingenuo completo, está bastante tierno. Apreciamos que la una se contenta con llegar a mañana; a eso consagra todas sus fuerzas; el otro contempla el horizonte infinito y más allá, amontonando visiones de individualismo sin fronteras. Una pelea digna de una muerte legendaria.

Las transacciones comerciales acaban uniéndoles; el sueño de Sarah, abandonar esa vida peligrosa y degradante que ha llevado, recibe carta de materialidad por parte de Cunningham, un intermediario de los Orbitales, quienes dominan el ancho mundo tras la aplastante Guerra de las Rocas. A cambio, también el Cowboy debe perecer.

Y fue escrita por este señor, que
posa dándoselas de misterioso
Y casi esto sucede. Pero Sarah ve algo nuevo en el romanticismo suicida e improductivo de el Cowboy, redentor incluso, por lo cual merece arriesgarlo todo. La áspera superviviente del duro combate urbano queda cegada, como San Pablo, por el destello de las ideas de libertad y dignidad de el Cowboy, y juntos cabalgan esa senda. Tampoco es fácil para el Cowboy; conocer a Sarah le hace casi caer en su Reverso Tenebroso, mas logra evitarlo, supera la tentación, y prevalece su entereza.

La novela de Williams, encuadrada en el ahora satanizado cyberpunk (a causa, pienso, de que los autores —presos del veleidoso gusto del lector— no supieron parar de ‘electrificar’ los sesos de sus personajes, engendros de ojos electrónicos capaces de  ver aun lo que no convenía), es vigorosa, fuerte, con identidad propia que, como el Cowboy, se niega a rendirse sin haber, al menos, descargado sus revólveres una vez. Mezcla abundantes elementos (aventura, thriller, filosofía…) en pos de una narración tónica que abrace enteramente al lector, impidiéndole quedar descontento.

Su profusa actividad le ha llevado
a formar parte de esta leyenda
Es inevitable comparar; el cyberpunk parece dominado por William Gibson, quizás su mayor promotor. O el más afamado. Pero las conocidas obras de Gibson no tienen, sin desmerecerse, la garra de Harwired. Y lo estimo por su carácter cercano. Mientras Gibson compone aparatosas arquitecturas donde las marcas tienen brutal importancia (juego al que colabora Williams, empero), en cambio sus personajes se han rendido sin condiciones a Japón.

Hacen un aspaviento o dos, amagos cara a la galería, de que no están vendidos a los del Sol Naciente por entero. El Cowboy pelea por su identidad tradicional/racial (¿no lo delata su nick?) y la mayoría de los personajes (marginales, delincuentes) a modo lo imitan. Aun Sarah enarbola determinado carácter ante al aparente poder omnímodo de los Orbitales, regidos por un Soviet Orbital, no por Corporaciones niponas. Los rusos juegan un importante papel en esta novela de 1986, que llegó a nuestras costas en 1995. Hoy día, parecen estar en esa frecuencia. Japón, no.

Esta máquina tripula el protagonista de este
romance de la leyenda contra el comercio
Hardwired también contiene ciertos miedos “modernos” norteamericanos, como la balcanización de Estados Unidos, y cómo este desmembramiento convierte en víctimas de despiadadas negociaciones extranjeras a sus ciudadanos. Ante esto, sin embargo, la población se refugia cada vez más en sí misma y sus tribalismos, negándose a “reconquistar” su nación para devolverla la grandiosidad del momento presente.

¿Contemplamos, otra vez, el extraño poder augur de la ciencia ficción? Exactamente, el vaticinio puede no cumplirse, pero según avanza la Historia, vamos verificando que algunos de sus perfiles se confirman. ¿Podremos aprender de la lección y evitar la catástrofe en ciernes?

domingo, 15 de marzo de 2015

BLADE RUNNER — RIDLEY SCOTT

Espectacular afiche
Ridley Scott dona un potente icono visual al cine pero de difusa influencia en la CultuPop. Frente a menciones habituales en las conversaciones, dentro o fuera de la pantalla, de o no entendidos, de personajes como Rambo, Mad Max o RoboCop, Rick Deckard (Harrison Ford) y el vehemente entorno distópico de Los Ángeles, Noviembre, 2019 (¡ya mismo!), no tiene ese eco que acorte una larga explicación.

Ocurre que la intelligentsia progre cultureta ha convertido Blade Runner en un bibelot cursi, gente que, irónicamente, cuando su estreno, prefirieron mirar alguna otra cosa, apartando la vista con mohína expresión desdeñosa, de elitismo agrio al paladear algún celebrado caldo francés avinagrado.

Los caprichos que mueven las querencias de estas personas, autoridades de la moda y el buen gusto (satirizados en la sitcom Frasier), les hizo reparar en esta cavernosa cinta futurista e, inmediatamente, adoptarla en su selectivo seno. La ¡aclamaron!/apadrinaron erigiendo altas verjas a su alrededor, apartándola del manoseo del burdo populux, pues podía surtir de elementos de conversación cuando el tema principal decayese, y parecer estar en la onda.

Los Ángeles, Noviembre, 2019
Pero es adhesión infiel e insincera a una faceta de un posible futuro que se nos muestra por duración de un día. Carece de la lealtad que otros, en su estreno, le otorgamos, y con claridad incomparable, vimos qué fallado porvenir estaba cociéndose, irremediable además. Las grandes concepciones rutilantes de Utopías manifiestas en skylines de tacón de aguja estilo planeta Mongo, fracasaba.

No era el árido combate por un tanque de gasolina en el páramo de The road warrior, o la supervivencia de un cínico aislado en su casa de The Omega Man. Eso eran proscenios edificados con los escombros de una guerra terminal mundial, o una plaga vírica incurable. Tramas con base de catástrofe bíblica. Estaba bastante pre-visto. El Apocalipsis lo augura.

Una rutinaria inspección iniciará un viaje de
descubrimiento para Rick Deckard,
que heredará esta singular misión
Blade Runner refiere de una presunta Sociedad democrática (norteamericana) donde impera un bosquejo de orden y cotidianeidad. Su escenario, la desmesurada Los Ángeles “donde siempre llueve” (falso; el relato acontece en un día; ¿no puede llover todo un día?), es una urbe exenta de secuelas de una guerra devastadora. Hay control, situación supervisada.

¿Qué ha pasado, entonces? Las arcologías que rascan el cielo no son garantía de una confortable vida mejor, según se pronosticaba en ciertas narraciones (La fuga de Logan), donde hambre, enfermedad y pobreza son desagradables cosas del bárbaro ayer (Demolition man).

Rachael Tyrell aumentará ya crecientes conflictos
morales que a Deckard origina su empleo
Los Ángeles es un lugar tenebroso, donde el pulsante neón sustituye al Sol. Para complicarlo todo, los productos de Tyrell Corp., indistinguibles de los seres humanos, dan sangrientos problemas.

Entre los deltas de tinieblas y neón habitan replicantes, androides biológicos (esto también origina controversia; ¡hay quien les ha visto circuitos!) que azarosamente buscan su pasado para poder controlar su futuro… con fecha de caducidad, según les ha estigmatizado el fabricante. Por tanto, apuran sus esfuerzos para prolongar sus días y disfrutarlos convencidos de que también lo merecen. ¿Acaso no piensan y sienten?

El periplo del ofuscado Deckard nos transporta a través de la distopía que sustituye el escenario de Invierno Nuclear descrito en ¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas? por esta ciudad hostil que atiende a sus necesidades de forma brutal. Por sus arterias discurren complejidades existenciales y modernos dramas (el que protagonizan Roy BattyRutger Hauer— y sus desperados renegados de ingeniería genética), ignorándolos por completo.

Cuando escampa, la ciudad tiene este arrebatador
aspecto
Y esto cautiva al espectador de Blade Runner: su sofisticada imaginería visual, su barroquismo tenebroso, la certeza, cada vez más nítida, de que el mañana-mañana será eso/así. No podemos esperar que, por ser puerto hacia los Mundos Exteriores, la cosa mejore.

Estamos en un atolladero cultural/moral cuyas paredes son demasiado resbaladizas y empinadas para poder escalarlas y ver si, por Dios, el otro lado es mejor que esta depresión, y allí se avengan a dejarnos vivir. Prometemos mejorar, comportarnos decentemente. Deckard hace eso.

Decisiones, decisiones... ¿actuamos como máquina
implacable o mostramos generoso desprendimiento
humano?
El traumático ‘retiro’ de estos Nexus-6 y la oscura filosofía que Batty le brinda según agoniza, regalan al estragado Deckard perfiles de humanidad que o tenía romos por la desidia y la ferocidad de su labor, o ve ahora, rutilantes a su mirada, empañada por tanto anuncio de neón.

La versión de cine esto permite intuir, con esa secuencia final de luz diurna, esperanza, que copias posteriores ha eliminado para “ensalzar” la confusa analogía del unicornio del onirismo de Deckard. Esto creo que mutila la trama. En cierto modo, Blade Runner es también elíptica parábola de la caja de Pandora, abierta (la nueva calamidad, los replicantes, superiores a sus creadores), y esas imágenes generaban idea de consuelo.


De colofón, Drew Struzan
Tampoco concilio con la, cada vez, más extendida ‘opinión’ de que Deckard era otro replicante, tal como en la novela de Philip K. Dick llegan, brevemente, a hacerle creer. Son interesados bulos comerciales, Propaganda espuria para mantener, permanente y sin necesidad, nuestro recuerdo sobre esta pasmosa película.

viernes, 13 de marzo de 2015

PHILIP K. DICK, PRECURSOR DEL INVIERNO NUCLEAR

Phikip K Dick y su gato, fiel confidente
Antes (creo) que Carl Sagan y Richard Turco difundieran la aterradora teoría de la Mutua Extinción Asegurada, preconizada por Vladimir A. Alexandrov, mediante el Invierno Nuclear, Philip K. Dick en ¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas? lo preconfiguraba.

No del modo devastador y letal como los citados científicos lo describen, sino mediante una analogía, el polvo, demasiado concordante sin embargo con una notable secuela del Invierno Nuclear: la nieve.

Recordemos: Rick Deckard, cazarrecompensas del SFPD, persigue ‘andrillos’ fugados de Marte (tras una sangrienta evasión) por una San Francisco nublada y silenciosa azotada por eventuales flagelos radiactivos que se incrementan merced a los céfiros caprichosos y la hora. El alto cielo, empañado por el polvo arrastrado por todos los vientos, es pantalla opaca que difunde una claridad solar propia del crepúsculo a pleno mediodía estival.

Novela que se engrandece con cada
lectura
En un intercambio nuclear (aun limitado), los incendios generarían copiosas masas de humo, hollín y pirotoxinas que, inyectados en la atmósfera, la ensombrecerían gradualmente. La oscuridad aportaría un descenso glacial de las temperaturas, y esto, a nevadas, ‘nieve negra’ impregnada de partículas radiactivas que terminarían incrustadas, largo tiempo, en la tierra, la madera, el agua… pare usted de contar.

La Humanidad, ya brutalmente golpeada por la guerra termonuclear y sus inmediatas secuelas de histeria, vandalismo y caos, empezaría a morir víctima de un asesino silencioso e invisible, cuya labor constante tardaría milenios en decaer.

Bueno, la ficción nos ha regalado “ejemplos” de supervivientes a todo esto más o menos brillantes, o recordados. La cruda verdad les dificulta las cosas, empero. Las mutaciones, causa de la radiación, no aportan superpoderes, tampoco. Cava tumbas. Degenera el ADN. Origina otros traumas.

Película que se acercó mucho al real
terror de una guerra termonuclear
El panorama inmediato a una guerra nuclear es vívidamente similar al que Dick describe en la novela referida. Falta el frío, pero introduce el omnipresente polvo como sustituto de la nieve, ya dije. El polvo que empaña el gran azul cae, depositándose constante e insidioso por doquier, cubriendo al planeta con una gris mortaja, que achata sus aristas.

Esto es otra evidencia de qué potente capacidad predictiva gozan tanto la ciencia ficción como sus autores, ‘adelantados de la anticipación’ y ‘visionarios’ que consiguen atisbar cinco minutos más allá del futuro, esté o no previsto. Siendo también humanos, son falibles. El caso de Dick que nos ocupa, no intuyó que la oscuridad del polvo helaría los parajes, y el frío aún dificultaría más la labor de Deckard.

Mas queda patente cuán bien encaminado estaba… sin saberlo.

También interesa señalar qué importancia tienen estos datos, merced al año de publicación de ¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas? Por entonces, los baratos filmes de Roger Corman sobre catástrofes mutadas debido a la radiación eran insectos gigantes, o aberraciones similares. Todo bastante digerible.

Aunque también puede ser peor, como Mensajero del
futuro
demostraba (¡y es mejor la peli que el libro!)
El mundo intuía (gracias a Propaganda gubernamental trufada de inexactitudes —voluntarias— y embustes —deliberados—) que una guerra nuclear era mala. Algo más bestia que luchada con blockbusters, como durante la Segunda Guerra Mundial. Pero: sus secuelas, por avasalladoras que fuesen, podían solventarse con buen y honesto trabajo americano. Y en cuanto a la radiación… eso lo arrastra el viento. ¿A dónde? No importaba.

Vasto es el ancho mundo y, por el camino, su poder asesino terminaría desgastándose, consecuencia del tránsito y el humano agotamiento.

Propaganda ocultaba qué barrena de verdadera devastación exterminaría al mundo. No habría una insólita situación de precariedad-y-supervivencia que devolvería temporalmente a la Humanidad a la barbarie. O el Far West. Todo terminaría arreglándose. Es ley de vida.

Víctima y verdugo enfrentados en un duelo, que también es
un viaje de descubrimiento, colofón de Blade Runner
Numerosos relatos “de supervivientes” lo confirman. Procedían de erróneos datos oficiales y la necesidad del autor de imprimir esperanza. Un tenebroso y deprimente cuento, o novela, sobre gente que acababa muriendo debido a la guerra nuclear (y más durante los años “fuertes” de la Amenaza Roja , cuando Norteamérica —y la OTAN por extensión— debía mostrar poderío), no sólo podía juzgarse antipatriótico; tampoco sería del agrado de lectores más o menos dogmatizados por un credo anticomunista.

Dick, sin embargo, indiferente a esta nebulosa concepción antipatriótica, etc., movido por la compulsión de lanzar otro hijo literario al ancho mundo, escribe esta oda a la Masiva Extinción Asegurada con elementos originales que es, empero, proscenio del drama de un verdugo a sueldo cuya labor comienza a causarle trastornos morales al comprobar que su objetivo cada vez es más humano y menos maquinal, salvaguarda que pierde y entorpece su puntería.

El tóxico ambiente del filme es un reflejo del omnipresente
polvo originado por la guerra exterminadora de la novela
Empieza a difuminarse la frontera entre lo creado y su creador. El primero nota dentro de sí la influencia de la chispa de la vida que lo anima, primero, a imitar al creador, y luego, a independizarse de él. A crear a su vez, aunque sea su look particular.

Pero ponderemos sobre la trascendencia del que Philip K. Dick, víctima de drogas y delirios, con vagas nociones científicas como mucho, pudiera “predecir” nuestra extinción de un modo tan novedoso para la época…

domingo, 8 de marzo de 2015

F.A.K.K. 2 — KEVIN ESTAMAN Y SIMON BISLEY

Bajo este acrónimo, Kevin Eastman y Simon Bisley sirven un insípido condimento que intentan especiar, sin embargo, con las sinuosidades eróticas de la modelo Julie Strain Eastman, ‘protagonista’ de esta cinta de animación, y con cuya presencia esperaban hacer “madura” y provocativa (como estigma de superior calidad) una propuesta de evasión que no llega a ser tan eficaz como presumía merced al arte promocional de Bisley.

Imagino, empero, que hay un nutrido delta de espectadores que encontrarán excelsior! F.A.K.K. 2. Personas con gusto muy tolerante, y elevados niveles de testosterona, que se contentan con este decantado de violencia extrema pero bastante absurda, motivada por uno de los Grandes Argumentos Narrativos: la venganza.

Ésta parece justificarlo todo. Esta vez, los disparatados desmanes dibujados y animados en pos tanto de nuestra atención como de una interesante recaudación que lucrara a los aventureros Eastman/Bisley.

No creo que, en números, F.A.K.K. 2 (¿fuck you, quizás?) fuese óptimamente. Es un malabarismo narrativo que conjuga elementos que, por su primitivismo, armonizan de algún modo. Se apela al misticismo, a cultos remotos, artefactos poderosos que otorgan poder a costa de la cordura, a viajes estelares que recuerdan numerosos ejemplos previos, tanto de las viñetas como de los filmes, a bárbaros Mundos Exteriores donde la violencia desatada e insensata es recurso válido, pues de esto van aquí… el ya citado erotismo de Julie Strain para redondear la jugada.

Un vigoroso andamiaje mas un poco locamente ensamblado que irrita el rigor de quienes se matan intentando presentar una historia con la mayor coherencia posible como manifestación de profesionalidad.

F.A.K.K. 2 corre el riesgo (y suerte, parece), de Tygra, el fallido proyecto de Balshi/Frazetta, que, desde un lienzo fantabuloso de pinturas y bocetos cautivadores (obra de Bisley, en este caso), luego en fotogramas flojea; aun decae. Pierden la garra de la imagen fija que permite al lector imaginar pagos y hechos que luego no tienen reflejo en la pantalla.

Tampoco posee pretensión “aleccionadora”, moraleja, F.A.K.K. 2. Puro esparcimiento para adultos que, sin embargo, pueden encontrar mejores opciones de ver lo que “casi” cuenta esta animación en otras cintas. F.A.K.K. 2, no obstante, merece estar pues tiene el poder de, sin ser genial, generar genialidad. Sus ideas desaprovechadas provocan ser recicladas en otro contexto y otra protagonista. Y su existencia hace que películas similares, aunque de mejor acabado, se realcen hasta rozar la majestad.

Pero, para dar contenido a la reseña, digresión sobre la médula de F.A.K.K. 2. John Ford, el hombre que hacía westerns, declaró que la venganza prueba a su ejecutor. Son palabras interesantes. Deben ponderarse cuidadosamente.

Es obvio que, frente al agravio o la agresión, nuestro instinto natural es replicar. ¡Venganza! Un millar de turbulentas fantasías cruzan nuestros sesos, bullendo de ira. Desde la respuesta inofensiva (tocar el timbre del ofensor) a la salvajada: el gollete de botella clavado en la cara, el atropello, la paliza, un conjunto de visiones delirantes.

Pero henos aquí, en el momento de ejecutar la venganza. El ofensor, a tiro. En idóneas condiciones. De película. (Esto también merece valorarse. El cine, la ficción en general, ha contribuido notablemente a relativizar la violencia. Su efecto. Hace que la venganza sea un trámite simple como expedir una carta. Esto imposta en la mente del colectivo.) ¿Atacamos? O, en el último momento, ¿retrocedemos?

¿Dejamos a Dios, el ka, el karma, el golpe funesto? El problema es lo que late en nuestras arterias. Quiere ¡YA! retribución. Es genético.

Pero… ¿y luego? O más propiamente: tu condición moral ¿soportará la secuela? Has sido víctima de una notable ruindad. El acto delata la condición del ofensor. Su inclinación al Mal. Alguien que procede así puede vivir de ese modo pues la vileza es su auténtica naturaleza.

¿Puedes tú? ¿Qué futuro tormento íntimo produce saber que has caído a su nivel? La venganza prueba a su ejecutor. ¿Hasta dónde estás dispuesto a llegar; tienes la constitución capaz de realizarlo; de soportar después posibles remordimientos?

Imagino que hay venganzas y venganzas. Algunas no se ejecutan por mor de ese último escrúpulo moral. Mantener la paz de espíritu. El respeto ajeno. Se confía, quizás bien, quizás neciamente, en que un Poder Sobrenatural Superior se encargará. Otras venganzas, empero, son inexcusables. Tasado el grado de daño recibido, se sepultan los escrúpulos y se actúa. Tal vez después encontremos cómo sobrellevarlo. Un argumento plausible que nos concilie con nosotros mismos.

La neumática protagonista de F.A.K.K. 2, llevada al extremo de agresión al ser amado y el idílico entorno masacrado por el enajenado habitual del relato de este tipo, no tiene problemas morales/mentales al proceder. A balazos y cuchilladas. Transformada en una Asinja belicosa, la andróctona definitiva, arrostra los vesicantes peligros de mil Mundos Exteriores letales, capaces de triturar al más despiadado guerrero.



Esto es cuanto contiene F.A.K.K. 2. Peleas, escenarios ‘exóticos’ alienígenas y un relente de argumento. Precario riel por donde circula un producto deleznable, únicamente notable por las soberbias pinturas de producción de Bisley destinadas a su publicidad.