¿La portada adecuada para vender un libro ya difícil de ofrecer al respetable? |
Sólo destaca esta novela de Sergio Parra por su absurdo argumento…,
y qué aburrida es. Aceptando (como está; es internacional, además) que la
fórmula para contar una historia sigue el llamado Método
(Lester) Dent,
padre del dinámico Doc Savage (hay quien asegura que también La Sombra —Maxwell Grant— debe mucho a este autor pulp), Parra lo rehúye completamente.
Cuando finalmente sabemos de qué va la
historia estamos en ¡la página 150!, cuando es crucial que esto ocurra, para ganarse
al lector y prender su interés, en las dos o tres primeras páginas. Aun Dent
recomendaba hacerlo en los primeros párrafos, reuniendo tantos elementos
descriptivos como fuese posible.
Parra ha escrito una distópica novela de
guerra de sexos y presunta ciencia ficción. Soslayaremos el auténtico valor
del libro, esto es, su pulcra redacción y su vasta información bibliográfica,
porque en conjunto son méritos insuficientes para granjearse nuestro afecto. Apreciaremos
el argumento, insostenible (a menos que sea en clave paródica, cosa que Parra
no escribe), que cuenta cómo dos facciones fanáticas, una machista, otra hembristas,
sostienen una contienda (al parecer, mundial, dejando una porción —vagamente
descrita— de “indecisos”, que intuyo son quienes prosperan) en la búsqueda de
la victoria decisiva.
Su joven autor, Sergio Parra |
El relato, a modo de última voluntad, y
desde prisión, lo realiza el secundario Isaac
Martínez en primera persona. Va desglosándonos qué tontos entresijos llevan
al conflicto. Martínez es un cándido, por ser amables, atrapado en una increíble
e incongruente conspiración donde lo en principio absurdo acaba siendo mortal
realidad.
Por culpa de un ideólogo “populista”, Perfecto Cebrián (arrogante odioso e
insufrible vanidoso), que medra gracias al negocio del porno, que Parra parece
conocer bastante bien, pues da ciertos detalles de sus mecanismos. De paso,
deslizándose por su prosa cuajada de culteranismo, anestesia nuestros sentidos
y deseos de leer, según amontona capítulos cargados de naderías e insensateces
que orientan la creencia de que Venus
Decapitada (título torpe, por ende) surgió para la delectación íntima de
este señor, no para nuestro regocijo, lectores que quisiéramos interesarnos por
su restante obra.
Ninguna otra editorial, que no fuese la extinta
Viaje
a Bizancio Ediciones (empresa prometedora que su responsable dejó
naufragar merced a las extravagancias que imprimió, salvándose pocos títulos de
la quema), hubiese publicado Venus
Decapitada. Es obvio que este libro, con tales mimbres, sería un fracaso.
Llanamente: es malo. Y sucede que las editoriales subsisten de las ventas. A
más éxitos, más tirada. Más títulos, más garantía para los autores de que su
trabajo alcanzaría plena difusión. Tranquilidad, pues. El editor, parece ser,
jamás entendió esta simple aritmética, centrándose en publicar “títulos
difíciles” de amplio repudio. Por tanto: ingresos cero. ¡Adiós, editorial!
Prometedor futuro en esa firma, parece ser poseía Parra |
Y sorprendente, por la aburrida fatuidad
de la obra, que Parra, lector de Planeta, haya escrito una novela pedante
que iba a ser rehusada por todas las demás editoriales.
Tablas tiene. Instinto para componer una
estupenda historia, apunta. Empero, escribe Venus
Decapitada. Tediosa larga monserga donde impone su manejo de la gramática y
ortografía, nada más, quizás muy convencido de haber sido el “ojito derecho” del
editor de Viaje a Bizancio Ediciones y
que todas sus “pasadas” literarias encontrarían este feliz regazo para reposar.
También sucede que Parra formaba
(formará, imagino, aún) parte de un grupo de escritores jóvenes, más o menos
nóveles, donde se respaldan mutuamente. Se leen entre ellos. (Ejemplo es el
prólogo que le regala Gabriella Campbell.)
Pueden estar más o menos conformes con lo que valoran. Por educación dan el
V.B., esperando recibir después igual merced, amén, y eso proporciona una
suerte de confianza que les permite ser jueces…
y verdugos. Me explico:
Un extremista insinuó que criticar a
Parra, joya de ese brillante núcleo de prosistas/poetas que estaba por estallar
en un Big Bang de grandiosidad, era ganarse
el odio del citado grupo. Y que poseían los suficientes recursos/influencias
como para frustrar una carrera incipiente, o con raíces incluso. De ser cierto,
inquietante noticia.
Ajá. No podía quejarse. Predilección |
Porque ¿quién es Parra para ¡aclamarlo!?
¿Stephen King? ¿Philip José Farmer? ¿Frederick
Forshyte? ¿Otra gran firma? Desde aquí, es otro aspirante que pretende
alcanzar cima entre las letras pero no tanto por su talento y cuanto cuenta, como
por el apoyo enaltecido de un editor extravagante y un grupo de otros como Parra
entre los que quizás sí existiera un verdadero genio.
Inquieta que un escritor ascienda, en el
proceloso mundo literario y editorial, merced no a su talento, lo que se supone
que debe ofrecer al vasto compendio de lectores, sino por la actitud mafiosa de
un grupito del cual forma parte y que se dedica a lanzar salvajes e
injustificadas descalificaciones gratuitas sobre alguien que, sencillamente, no
encuentra excelsior! la obra de este
señor. Y Parra es sólo un ejemplo venido a mano de una despreciable práctica.
Y es práctica antigua, lo cual confirma
qué mal está la Humanidad. ¿Recomiendo Venus
Decapitada? Como potente somnífero, sí. Como lo que se supone que es, jamás.