Afiche exótico por la presencia del elemento simio exótico |
El sorprendente y excéntrico realizador dirigió
un filme difícil de calificar y que supone un extraño en su peculiar (y barroca) filmografía. No es malo, pero tampoco bueno. No agrada, ni
acaba de disgustar. Bordea la decepción, que dudas en abrazar por respeto al conjunto de la obra de Tim Burton. Mas, efectuada la
valoración de toda la epopeya, asumes que no era el indicado para rodar esta
película.
Cuesta también definir su orientación,
pues no acaba de decantarse por la acción, la reflexión moral sobre el maltrato animal, el racismo,
la crisis del Estado del Bienestar,
la especulación teológica, la ironía marca Burton o aun el homenaje a la película de Charlton Heston, superior a ésta,
esencialmente porque, por suerte o intención, sí sabía qué quería contar y
cómo.
Burton “termina tirando” por magnificar al Mal (el General Thade —o Tim
Roth—), que además ostenta vestuario más historiado y depurado que el de
los monos de 1968. Hay más $. El espectador actual demanda calidad. Espectáculo
a raudales. Según el Hollywood moderno.
Inevitable comparar los elaborados vestuarios de este 'remake' con los disfraces del filme de 1968 |
La erección de un mundo simio, con sus
divergentes arquitecturas (que siguen siendo concepciones humanas, pues realmente ni suponer podemos cómo serían
en verdad de edificarlas primates), sus estructuras sociopolíticas, religiosas
y demás, atraparon la viva imaginación del director..., casi como para descuidar al elenco humano, encabezado
por Mark Walhberg, “héroe” que resulta
indiferente al paladar.
Aparece porque… debe. Un humano debe promover el contraste
empático a la medida propuesta. Pero
Walhberg, al contrario que Heston, atraviesa la película inmaterial. Sin dejar apenas
huella. Su personaje carece de carisma. Sus penalidades no te motivan, pues sabes
que terminará triunfando salvado por
las reglas de una ficción específica. Su compañera de fatigas, Estella Warren, es simple bibelot que impulsa al héroe del
sombrero blanco (Walhberg) a realizar su proeza y quedar bien ante todos.
El violento y racista General Thaze promete jalarse tu galaxia y a tu hermana si no le obedeces |
Terminó el retrato humano. Por hambre de
fotogramas, regresamos a la cultura simia y su gigantesco set que bascula entre segmentos de nuestra cultura y los bejucos por
donde estos primates trepan, u oscilan, para emprender sus quehaceres. Su
cuidado detalle delata qué pasión siente
Burton por los malos. Porque en el planeta-simio Heston, los monos parecían
funcionarios humanos con feas caretas hirsutas y vestuario maoísta. Imitaban
del todo/completamente nuestras filias y fobias.
El planeta-simio Burton está mimado A TOPE. Les hace moverse de
forma característica y adorna sus rituales de apareo. Toda esa parte “intelectual” del filme es decente, atrayente. Excita imaginar situaciones protagonizadas por simios,
los extremos de su trato con una Humanidad
inculta y sierva, llena de supersticiones que les subyugan más que sus velludos amos.
Estos supervivientes no durarían en el mundo de Mad Max ni un fotograma |
Mas, apenas empieza la leña, Burton desaparece. Sin llegar a ser torpes, sus
escenas de acción (que parece debían primar) no electrizan, dejando insatisfecha nuestra catarsis que, esperando ver trepidantes
luchas simio/humanas, confiaba desfogarse.
Siempre he hallado muy sugestiva la Zona Prohibida del planeta simio. Se
intuye un vasto-vasto páramo que vete a saber quién/qué lo transita o domina.
Los micos, pese a su aparente superioridad tecnológica, cultural y agrícola,
semejan a los europeos de cuando Colón.
Todo su lado del mundo estaba ampliamente conocido; pero más allá de las Columnas de Hércules… Zona Prohibida. Y también aquí nos
quedamos a la orilla del inspirador erial, poblado por zarrapastrosos que
parecen incapaces de rehabilitar una presunta HI/TECH pretérita, causante quizás de
la Zona Prohibida y del cisma humanos/simios, u origen de su evolución andante-parlante.
"No, si yo salgo en esta peli por linda; no esperéis más de mí, ¿vale?" |
Cuesta creer, repasando los grandes hitos
de nuestra Historia, y sus impulsores, que no exista un Conan, o Genghis Kan, o Napoleón, entre las filas de tales
mendigos. Todos permanecen gregarios
tras las greguerías de Kris Kristofferson, que los lidera a la
fuerza, según transparenta.
Nos da por pensar que, allí, más
adelante, pasado el árido horizonte que alumbra ese día, pudiera haber algo que todavía no ha amenazado la
civilización simia. Tal vez, tras una raja de cautivadora devastación tipo Tierra Maldita de Judge Dredd, exista contrapartida humana dispuesta a
desafiar su non plus ultra para hallar un émulo simiesco y potencial
enemigo que origine una guerra fría.
"¿Qué te dije que te pasaría si me desobedecías, ummano?" |
Burton, sí, ajá, no parecía qué priorizar
del filme. Tal vez pensase realizar una de sus sosegadas y exóticas parábolas
irónicas llenas de angulosidades y truculencias de Nivel KER. Quizás los
productores acabaron presionándole para dar un aire dinámico a la película,
impulso que incomodaba a Burton, impidiéndole desenvolverse con su habitual soltura.
La
insignificancia del repertorio humano parece confirmarlo, comparado con qué esmerado
está el simio. Al final, su odisea 2001
al planeta simio acaba descompensada, recayendo todo su peso en la actuación de
Roth, que sí parecía muy seguro de qué quería y cómo hacerlo, al extremo de
martirizar implacable al dios de su especie con tal de tener, definitivamente,
la razón y la fuerza en todo.