La insignificancia de esta obra alcanza a no tener cubierta foránea |
Tony
Ballantine valida la
apreciación: “si vas prologar algo, no lo
leas”. Conviene ignorar completamente su embustero y traicionero introito,
pues confirma que no leyó la novela que elogia sin tasa. Supongo interés
crematístico en hacerlo.
Noches de Nueva York, caveat
lector, apenas es pasable. Ni merece esa etiqueta de “buena ciencia ficción” que
se esfuerza Ballantine por endosarle. Tampoco la embellece. Es pálida
exposición de hipótesis “futuristas” que procura aprovechar el estreno de The
Matrix (olvidémonos de Johnny Mnemonic, ¿vale?). El
subgénero del cyberpunk
acababa de recibir un chute brutal de popularidad merced a esto, y Eric Brown, con instinto de ave de
presa, quiso aprovecharlo, montándose ese tinglado de la R(ealidad) V(irtual), los
tanques de inmersión donde se puede gozar, casi indefinidamente, de una
estancia en un compuverso a elección, y como parece ser que la novela debía
tener algo más de médula, en pos de una mayor amplitud de lectores, completa
los capítulos con una presunta trama detectivesca que Ballantine ensalza como
canto a la novela negra más tradicional.
Otro bulo. Noches de Nueva York es narración parsimoniosa (que Ballantine describe
de “vertiginosa”) comandada por personajes planos, incapaces de dejar huella, o
despertar interés. Sus trío protagonista, los detectives Hal Halliday y Barney Kluger,
y la novia china de Halliday, Kim, tienen
personalidades amorfas, de reducida eficiencia, mas capaces de lubricar su
tránsito intestinal por el relato sin dificultades, pese a su amplia falta de genuinidad,
algo que la novela negra impone a sus concurrentes. No poseen fobias. Manías.
Señas de identidad.
Eric Brown haciéndose el interesante |
Para colmo, la novela, recordemos,
definida como ladrillo de las narraciones que hacen buena la ciencia ficción, según
Ballantine (el nombre a destacar, más aún que el de Brown, debido a esa
carretada de falsas alabanzas que ves no merece la obra) fracasa en los hitos que
debieran hacerla remarcable. Aferrándose al argumento de corte investigativo
“clásico”, y aderezándolo con elementos cyberpunk
más o menos vistosos (la RV, un decadente entorno social deprimido, deshumanizado,
dominado por marcas comerciales de colosales Corporaciones, las habituales frígidas
especulaciones futuristas desalentadoras propias del subgénero …), Brown malogra
una historia cuyo principal valor reside en un hecho capital que el escritor,
empero, arrincona cuanto puede en parcela mínima-nimia: atentados nucleares en EE.UU.
Fuerte, ¿eh? Llegamos al clímax, responder:
¿qué hace que sea buena la Ciencia Ficción? Pues especular, con distinto grado de acierto (y la CF suele
acercarse a lo que acaba aconteciendo mucho MUCHO), sobre cómo unos atentados
nucleares en Norteamérica, concretamente en su centro y Costa Oeste (¡adiós,
Kansas, granero de América; adiós, Hollywood; adiós, Seattle, sede de Microsoft
y Apple!),
no sólo afectan al funcionamiento de ese gran país, sino al resto del ancho
mundo.
Pero debe tener su público. Pues sigue publicando |
Tan sólo de entrada (y la dura
experiencia del 11-S 2001 lo avala,
y fue insignificante daño comparado, atención, con el que Brown reseña “de
pasada”), la economía recibiría tal herida que generaría una crisis jamás vista.
Luego, está la repercusión militar. Nacional. Internacional. Cómo el eje del
poder variaría. Hacia Rusia, o China. Qué paranoia apresaría al Pentágono. Qué sensación de debilidad atenazaría
al estamento bélico. La amenaza aumentada por la sospecha de que nuevos atentados
sucederían inesperadamente. Contra quién dispararían; quién fue el autor; por
qué; quién aprovechará para seguir atentando contra fuerzas e intereses
estadounidenses fuera de su territorio; la balcanización de Estados Unidos; qué
papel empezarían a jugar Méjico o Canadá, donde fluyesen riadas de aterrados
inmigrantes, generando tensiones…
Y las secuelas de las explosiones, a
nivel físico: las corrientes de aire transportando radiaciones hacia el Sur, a
Méjico, o las del centro, empujadas por los vientos de Canadá, hacia la Costa
Este, el Golfo de Méjico quizás, Florida impregnada de radiactividad, esa Nueva
York contaminada, o con miedo a estarlo…
De todo esto huye Brown. ¿Esto es un buen
escritor de ciencia ficción, Mr. Ballantine? Está por su romance interracial y
la resolución de una bobada de crimen que afecta al desarrollo de una
compurrealidad lúdica, una máscara que adopta la cara de quien se programa
quieras que parezca, un turbio y elusivo asunto lésbico… Nada más.
Espero que mejores novelas que Noches de Nueva York |
Por no mencionar el ramplón estilo de Brown.
Esto no es Walter
John Williams, por citar un ejemplo. Brown posee capacidad para proporcionar
una dosis liviana de interés por su narración, pero no sientes el vivo interés
de pasar páginas, invitado por la trama o cómo se cuenta; podría aducirse su prosa
aun se empeña en no dejar tampoco huella.
¿Qué es lo que hace buena la Ciencia
Ficción? Pues, Mr. Ballantine, centrarse en la debacle nuclear, su secuela, y
cómo esa Nueva York nocturna/aterradora que Brown espera describir está
impregnada de hambre, enfermedad, terror, crimen, marginados, paranoia, estado
de sitio y miedo a un golpe de estado que
derroque a un Gobierno que fracasó al no impedir la calamidad.
Y, entre medio, bueno, sí, la china y el
blanco, la RV, esas extraviadas lesbianas…