martes, 4 de agosto de 2015

NOCHES DE NUEVA YORK — ERIC BROWN

La insignificancia de esta
obra alcanza a no tener cubierta
foránea
Tony Ballantine valida la apreciación: “si vas prologar algo, no lo leas”. Conviene ignorar completamente su embustero y traicionero introito, pues confirma que no leyó la novela que elogia sin tasa. Supongo interés crematístico en hacerlo.

Noches de Nueva York, caveat lector, apenas es pasable. Ni merece esa etiqueta de “buena ciencia ficción” que se esfuerza Ballantine por endosarle. Tampoco la embellece. Es pálida exposición de hipótesis “futuristas” que procura aprovechar el estreno de The Matrix (olvidémonos de Johnny Mnemonic, ¿vale?). El subgénero del cyberpunk acababa de recibir un chute brutal de popularidad merced a esto, y Eric Brown, con instinto de ave de presa, quiso aprovecharlo, montándose ese tinglado de la R(ealidad) V(irtual), los tanques de inmersión donde se puede gozar, casi indefinidamente, de una estancia en un compuverso a elección, y como parece ser que la novela debía tener algo más de médula, en pos de una mayor amplitud de lectores, completa los capítulos con una presunta trama detectivesca que Ballantine ensalza como canto a la novela negra más tradicional.

Otro bulo. Noches de Nueva York es narración parsimoniosa (que Ballantine describe de “vertiginosa”) comandada por personajes planos, incapaces de dejar huella, o despertar interés. Sus trío protagonista, los detectives Hal Halliday y Barney Kluger, y la novia china de Halliday, Kim, tienen personalidades amorfas, de reducida eficiencia, mas capaces de lubricar su tránsito intestinal por el relato sin dificultades, pese a su amplia falta de genuinidad, algo que la novela negra impone a sus concurrentes. No poseen fobias. Manías. Señas de identidad.

Eric Brown haciéndose el interesante
Para colmo, la novela, recordemos, definida como ladrillo de las narraciones que hacen buena la ciencia ficción, según Ballantine (el nombre a destacar, más aún que el de Brown, debido a esa carretada de falsas alabanzas que ves no merece la obra) fracasa en los hitos que debieran hacerla remarcable. Aferrándose al argumento de corte investigativo “clásico”, y aderezándolo con elementos cyberpunk más o menos vistosos (la RV, un decadente entorno social deprimido, deshumanizado, dominado por marcas comerciales de colosales Corporaciones, las habituales frígidas especulaciones futuristas desalentadoras propias del subgénero …), Brown malogra una historia cuyo principal valor reside en un hecho capital que el escritor, empero, arrincona cuanto puede en parcela mínima-nimia: atentados nucleares en EE.UU.

Fuerte, ¿eh? Llegamos al clímax, responder: ¿qué hace que sea buena la Ciencia Ficción? Pues especular, con distinto grado de acierto (y la CF suele acercarse a lo que acaba aconteciendo mucho MUCHO), sobre cómo unos atentados nucleares en Norteamérica, concretamente en su centro y Costa Oeste (¡adiós, Kansas, granero de América; adiós, Hollywood; adiós, Seattle, sede de Microsoft y Apple!), no sólo afectan al funcionamiento de ese gran país, sino al resto del ancho mundo.

Pero debe tener su público.
Pues sigue publicando
Tan sólo de entrada (y la dura experiencia del 11-S 2001 lo avala, y fue insignificante daño comparado, atención, con el que Brown reseña “de pasada”), la economía recibiría tal herida que generaría una crisis jamás vista. Luego, está la repercusión militar. Nacional. Internacional. Cómo el eje del poder variaría. Hacia Rusia, o China. Qué paranoia apresaría al Pentágono. Qué sensación de debilidad atenazaría al estamento bélico. La amenaza aumentada por la sospecha de que nuevos atentados sucederían inesperadamente. Contra quién dispararían; quién fue el autor; por qué; quién aprovechará para seguir atentando contra fuerzas e intereses estadounidenses fuera de su territorio; la balcanización de Estados Unidos; qué papel empezarían a jugar Méjico o Canadá, donde fluyesen riadas de aterrados inmigrantes, generando tensiones…

Y las secuelas de las explosiones, a nivel físico: las corrientes de aire transportando radiaciones hacia el Sur, a Méjico, o las del centro, empujadas por los vientos de Canadá, hacia la Costa Este, el Golfo de Méjico quizás, Florida impregnada de radiactividad, esa Nueva York contaminada, o con miedo a estarlo…

De todo esto huye Brown. ¿Esto es un buen escritor de ciencia ficción, Mr. Ballantine? Está por su romance interracial y la resolución de una bobada de crimen que afecta al desarrollo de una compurrealidad lúdica, una máscara que adopta la cara de quien se programa quieras que parezca, un turbio y elusivo asunto lésbico… Nada más.

Espero que mejores novelas
que Noches de Nueva York
Por no mencionar el ramplón estilo de Brown. Esto no es Walter John Williams, por citar un ejemplo. Brown posee capacidad para proporcionar una dosis liviana de interés por su narración, pero no sientes el vivo interés de pasar páginas, invitado por la trama o cómo se cuenta; podría aducirse su prosa aun se empeña en no dejar tampoco huella.

¿Qué es lo que hace buena la Ciencia Ficción? Pues, Mr. Ballantine, centrarse en la debacle nuclear, su secuela, y cómo esa Nueva York nocturna/aterradora que Brown espera describir está impregnada de hambre, enfermedad, terror, crimen, marginados, paranoia, estado de sitio y  miedo a un golpe de estado que derroque a un Gobierno que fracasó al no impedir la calamidad.

Y, entre medio, bueno, sí, la china y el blanco, la RV, esas extraviadas lesbianas…