viernes, 27 de noviembre de 2015

STAR WARS – EPISODES I-II-III

Y todo empezó aquí, hace mucho
tiempo, en un cine lejano,
muy lejano
El inminente estreno de una nueva trilogía, comandada briosamente por J.J. Abrams (por él, ¿no?), en sustitución del creador George Lucas (probablemente, una de las figuras más breadas de la Historia cinematográfica), exacerba al freakeísmo, empantanado “filmando” en sus cerebros películas paralelas (y, por supuesto, mejores a la de Abrams; así, luego, al contraste, sobrevendrán las decepciones) merced a las imágenes servidas en teasers y fotogramas aventurando un espectáculo casi increíble.

Abrams va laminar cuanto Lucas realizó en los ‘polémicos’ “nuevos” Episodios, víctimas de rechazo casi generalizado. No lo entiendo. Toda esta expectación sobre la Trilogía Abrams pudiera terminar siendo un parto de los montes. Ya ha pasado antes: ¿alguien recuerda The Matrix? Esa saga iba a devorar vivito a Lucas y su imperio estelar. Al final, Star Wars sigue marcando estilo, y nadie piensa en The Matrix.

Y también creo que muchos que andan ¡aclamando! a Abrams, apelando al remozado de Star Trek (competente, cuidado), lo hacen no por admirar su talento; sino porque forma parte de la inquina automática, universal, contra Lucas.

Pero había que contar cómo
empezó toda esa magia
¿Qué esperabais de Lucas? Star Wars funciona espectacularmente bien. Sobrevive, supera sagas similares, pues satisface las emociones más básicas del individuo. Emplea recursos que nos han conmovido desde siempre: el galante Mito Artúrico rejuvenecido con bushido y viaje de las tres mil millas (o años luz) procedente del pulp que alimentó las matinés que deleitaron a Lucas durante su juventud.

Apostó por lo tradicional (buenos-contra-malos) convencido de que podía funcionar (no tanto como parece; sin embargo, acertó). Plasmó la historia interminable DE VERDAD: el rescate de la princesa, el ominoso malvado, introdujo elaboradas máquinas inteligentes rivalizando con la brujería nefaria; el honor, el duelo, el pícaro de corazón de oro… Star Trek, el ejemplo inevitable con que comparar, es una fantasía militarista de oficiales tercos al ordenancista Mando, pero por su sesgo de sci-fi hard, agrada a elitistas sectores que la apoyan sin mesura. Aplastando durante el proceso.

Isaac Asimov criticó la secuencia de la taberna de Mos Eisley por su mezcla de parroquianos aliens, que podían proceder de atmósferas y gravedades distintas a la de Tatooine. Era: ilógico. Im-posible.

Sin embargo, Star Trek III recrea secuencia similar y, ahí, ¡todos los jodíos enmascarados extraterrestres encajaban! ¡Mola, macho! ¿Cómo lo comes? Lo censurable en Star Wars es óptimo en Star Trek. ¿Y eso? Pues porque es Star Trek. (Por estos detalles, los trekkies se hacen estomagantes.)

Y continuó ganando calidad
y tenebrosidad
Condeno qué fuerte flagelo ha padecido Lucas por la nueva Trilogía. La abrasión es despiadada, en serio. Palpatine llegó a Emperador de algún modo. Lucas, se han negado apreciárselo, ha debido contar una historia ingrata de sinuosos movimientos traicioneros, efectuados por sujetos de moral nula que pervierten creencias ajenas, persiguiendo un fin: poder omnímodo.

Lucas estaba realizando reflejo de la actualidad norteamericana. George Bush, Jr., y los lobbys que sostenían su gobierno (y, sin duda, el actual), apelaron al miedo fruto del 11/S-2001 para crear una atmósfera que justificara excesos militares, policiales, o intervenciones mundiales tanto en nombre de la Seguridad Nacional como argüían que, así, cortaban de raíz la amenaza, evitando golpease a otros países.

Palpatine gesta un estado de opinión galáctico similar. Mediante prebendas, sobornos y tejemanejes, obtiene apoyos que ayudan a convencer al pueblo que la única opción es la guerra, el control militar y policial de la vasta Galaxia. So pretexto de prevenir el Mal, léase ataques terroristas, vigila cuan Gran Hermano no sólo a la oposición; también al resto del Cosmos.

Los Episodios II y III son muy oscuros. Aún maduros. Y por eso, pese a la fantabulosa pirotecnia de ILM, los barrocos escenarios extraterrestres, etc., han caído mal. Se les masacra a gusto sólo porque recuerdan nuestro desamable día-a-día. Divergen del concepto simple-y-bonito del Bien-contra-el-Mal, lucha emprendida por el paladín en justa defensa del débil oponiéndose al aplastante aparato gubernamental controlado por el oscuro brujo de los Episodios “originales”.

Para terminar mostrando, por fin,
qué pasó para encandilarnos hace
tiempo, en un cine lejano, muy
lejano
Lo tópico es la base del éxito de Star Wars. Curiosamente, cuando Lucas la ha vuelto a aplicar en la nueva Trilogía, se ha tachado de recurso pueril. A ver, espectadores, sesudos críticos: ¿qué esperabais de esos Episodios? Para mí, son vibrantes, incluso.

Un repaso a las pelis clásicas de Star Trek (¿veis que es inevitable la comparación?) permite descubrir que son presuntuosos relatos de la Liga del Pomposo Geriátrico Estelar. ¡Aburren! Carecen del estímulo fantástico y juvenil de Star Wars. Las interpretaciones de Shattner & Cía muerden. Mientras que Star Wars desprende sensación de Gran Cine, esos filmes sueltan tufo a telefilmes presuntuosos.

Debemos agradecer exista Star Wars. De ella ha emanado un fluente caudal de recursos de ocio que, desde luego, en su puñetera vida Star Trek podría proporcionar. Tomaos cinco minutos y meditadlo. Igual, tengo hasta razón. Respeto, pues, por la Saga. Por su creador. Ha hecho soñar como pocos.