Y todo empezó aquí, hace mucho tiempo, en un cine lejano, muy lejano |
El inminente estreno de una nueva
trilogía, comandada briosamente por J.J.
Abrams (por él, ¿no?), en sustitución del creador George Lucas (probablemente, una de las figuras más breadas de la
Historia cinematográfica), exacerba al freakeísmo,
empantanado “filmando” en sus cerebros películas paralelas (y, por supuesto, mejores
a la de Abrams; así, luego, al contraste, sobrevendrán las decepciones) merced
a las imágenes servidas en teasers y
fotogramas aventurando un espectáculo casi increíble.
Abrams va laminar cuanto Lucas realizó en
los ‘polémicos’ “nuevos” Episodios, víctimas
de rechazo casi generalizado. No lo entiendo. Toda esta expectación sobre la Trilogía Abrams pudiera terminar siendo un
parto de los montes. Ya ha pasado antes: ¿alguien recuerda The Matrix? Esa saga iba
a devorar vivito a Lucas y su imperio estelar. Al final, Star Wars sigue marcando estilo, y nadie piensa en The Matrix.
Y también creo que muchos que andan ¡aclamando!
a Abrams, apelando al remozado de Star Trek (competente, cuidado), lo
hacen no por admirar su talento; sino porque forma parte de la inquina
automática, universal, contra Lucas.
Pero había que contar cómo empezó toda esa magia |
¿Qué esperabais de Lucas? Star Wars funciona espectacularmente bien.
Sobrevive, supera sagas similares, pues satisface las emociones más básicas del
individuo. Emplea recursos que nos han conmovido desde siempre: el galante Mito Artúrico rejuvenecido con bushido y viaje de las tres mil millas
(o años luz) procedente del pulp que
alimentó las matinés que deleitaron a Lucas durante su juventud.
Apostó por lo tradicional
(buenos-contra-malos) convencido de que podía funcionar (no tanto como parece;
sin embargo, acertó). Plasmó la historia interminable DE VERDAD: el rescate de
la princesa, el ominoso malvado, introdujo elaboradas máquinas inteligentes rivalizando
con la brujería nefaria; el honor, el duelo, el pícaro de corazón de oro… Star Trek, el ejemplo inevitable con que
comparar, es una fantasía militarista
de oficiales tercos al ordenancista Mando, pero por su sesgo de sci-fi hard, agrada a elitistas sectores
que la apoyan sin mesura. Aplastando durante el proceso.
Isaac
Asimov criticó la
secuencia de la taberna de Mos Eisley por su mezcla de parroquianos aliens, que
podían proceder de atmósferas y gravedades distintas a la de Tatooine. Era:
ilógico. Im-posible.
Sin embargo, Star Trek III recrea secuencia similar y, ahí, ¡todos los jodíos
enmascarados extraterrestres encajaban!
¡Mola, macho! ¿Cómo lo comes? Lo censurable en Star Wars es óptimo en Star
Trek. ¿Y eso? Pues porque es Star
Trek. (Por estos detalles, los trekkies
se hacen estomagantes.)
Y continuó ganando calidad y tenebrosidad |
Condeno qué fuerte flagelo ha padecido Lucas
por la nueva Trilogía. La abrasión es
despiadada, en serio. Palpatine llegó
a Emperador de algún modo. Lucas, se han negado apreciárselo, ha debido contar
una historia ingrata de sinuosos movimientos traicioneros, efectuados por
sujetos de moral nula que pervierten creencias ajenas, persiguiendo un fin: poder
omnímodo.
Lucas estaba realizando reflejo de la
actualidad norteamericana. George Bush,
Jr., y los lobbys que sostenían
su gobierno (y, sin duda, el actual), apelaron al miedo fruto del 11/S-2001 para crear una atmósfera que
justificara excesos militares, policiales, o intervenciones mundiales tanto en
nombre de la Seguridad Nacional como argüían que, así, cortaban de raíz la
amenaza, evitando golpease a otros países.
Palpatine gesta un estado de opinión
galáctico similar. Mediante prebendas, sobornos y tejemanejes, obtiene apoyos
que ayudan a convencer al pueblo que la única opción es la guerra, el control
militar y policial de la vasta Galaxia. So pretexto de prevenir el Mal, léase ataques
terroristas, vigila cuan Gran Hermano
no sólo a la oposición; también al resto del Cosmos.
Los Episodios
II y III son muy oscuros. Aún
maduros. Y por eso, pese a la fantabulosa
pirotecnia de ILM, los barrocos
escenarios extraterrestres, etc., han caído mal. Se les masacra a gusto sólo
porque recuerdan nuestro desamable día-a-día. Divergen del concepto simple-y-bonito
del Bien-contra-el-Mal, lucha emprendida por el paladín en justa defensa del
débil oponiéndose al aplastante aparato gubernamental controlado por el oscuro brujo
de los Episodios “originales”.
Para terminar mostrando, por fin, qué pasó para encandilarnos hace tiempo, en un cine lejano, muy lejano |
Lo tópico es la base del éxito de Star Wars. Curiosamente, cuando Lucas la
ha vuelto a aplicar en la nueva Trilogía,
se ha tachado de recurso pueril. A ver, espectadores, sesudos críticos: ¿qué
esperabais de esos Episodios? Para
mí, son vibrantes, incluso.
Un repaso a las pelis clásicas de Star Trek (¿veis que es inevitable la
comparación?) permite descubrir que son presuntuosos relatos de la Liga
del Pomposo Geriátrico Estelar. ¡Aburren! Carecen del estímulo
fantástico y juvenil de Star Wars.
Las interpretaciones de Shattner &
Cía muerden. Mientras que Star
Wars desprende sensación de Gran Cine, esos filmes sueltan tufo a telefilmes
presuntuosos.
Debemos agradecer exista Star Wars. De ella ha emanado un fluente
caudal de recursos de ocio que, desde luego, en su puñetera vida Star Trek podría proporcionar. Tomaos
cinco minutos y meditadlo. Igual, tengo hasta razón. Respeto, pues, por la
Saga. Por su creador. Ha hecho soñar como pocos.