lunes, 6 de julio de 2015

LA LARGA MARCHA — STEPHEN KING

Cubierta. Sin piedad. El juego
lo demanda
Como Richard Bachman, el paisano de Maine ofrece en esta novela otra incursión en la ciencia ficción distópica. La estimo su obra que más horror pueda inducir, pese a que, no se desarrolla en/entre los iconos habituales del género: la maldición, la venganza de ultratumba, el nósfero, el licantro, o escribe sobre engendros estelares, “herederos” de Lovecraft, capaces de generar un intenso, aunque íntimo, terror que fulmina, de formas creativas, a sus víctimas, entregados a este infierno, lo gusten o no.

¿Por qué la que más terror pudiera generar? Porque versa sobre miedos íntimos y mucho más viscerales que un hirsuto hombre-lobo, folclore de dudosa existencia. Hace grande a King el profundo psicoanálisis que efectúa del personal; aun un secundario intrascendental tiene algo que le brinda autenticidad. King ha observado al mundo laaargo rato. Cual coleccionista de insectos, fue catalogando cantidad de sujetos que, con el alfiler de su prosa, ensartó en el papel que recoge sus párrafos.

Si escribiese sobre algo derrotista y social, alguna milonga ‘intelectual’ al agrado de un pequeño (pero muy influyente) lobby de lectores, sería una figura ¡aclamada! hasta el empalago. Todas las excelsas academias literarias mundiales le tendrían un sitial de honor preparado. Pero escribe terror, hermano pobretón de la ciencia ficción. El estigma es tan profundo que King jamás podrá superarlo. El desprecio elitista se cebará en él in saecula saeculorum.

Stephen King en aquella época en que "el hombre
de  negro huía a través del desierto
..."
Las elites desdeñan (pues desprecian bucear en sus letras) que King atiende todos los segmentos sociales que tanto TANTO encomian en escritores quizás menos capacitados, pero queridos por estos “entendidos”. King desbroza las complejidades de su Sociedad merced al retrato de individuos que muestran cantidad de planos grises. No se recrea en la figura plana del psicópata de largo cuchillo que destroza víctimas porque sí.

Creo que, pese a todo, detesta esa imagen del Terror, cinematográficamente muy apreciada. Lo del cine es la exhumación de vísceras con abundante hemorragia, destello de acero desde la oscuridad, compitiendo con la mirada de chispeante locura del psicópata. La casquería: como todo fin.

King sirve el banquete, ajá, sí, pero antes, o durante, cuenta su origen. No busca tu piedad con el asesino. Sólo relata que nada es tan arbitrario como el cine muestra.

Portada de la edición de
Martínez Roca
Sugiere evidencia, la lectura de La Larga Marcha, dos cosas: que a King le dio por los concursos extremos (otro ejemplo: El Fugitivo) y exageró la premisa, y que el norteamericano tiene hambre de dictadura, para combatirla, vencerla y demostrar la potencia de sus libertades. Semeja ritual de madurez que sienten aún deben pasar.

En El Fugitivo, el dictator lo compone Corporaciones-Gobierno-TV. Cuenta con el respaldo de la población, arracimada en bloques miserables, y absolutamente adicta a la salvaje dieta de concursos con muertes y mutilaciones. El espectro de las libertades que dicen sirvió de marco para modernas cartas magnas europeas es un relente incapaz de inducir recuerdo.

En La Larga Marcha, el juego es una competición, muy poco espectacular (comparada con El Fugitivo), donde cien jóvenes caminan Caminan CAMINAN hasta que sólo quede uno para recibir el Premio; al parecer, bestial cantidad de dinero y  privilegios sociales. Sin descanso. Sin paradas para reponer fuerzas. Anda, o revienta, la consigna del torneo. La gente lo sigue con pasión desde sus televisores, u orillan la carretera para vitorear a la extenuada tropa que, en cualquier momento, es sacudida por el estampido de un rifle que elimina a un concursante que se paró, cayó agotado, o no camina a la velocidad mínima establecida. Todo, para mayor gloria del gobierno del autócrata El Comandante.

Otra incursión de King en la
ciencia ficción distópica televisiva
de concursos asesinos
Ray Garraty participa en la enferma competición siguiendo unas nebulosas razones que ni él mismo logra precisar. No es el único que anda perdido sobre por qué eligió este suicidio. El pretexto: el Premio. Un competidor es ¡aclamado! por su pueblo como un héroe. Entrega su vida por el fin aberrante de proporcionar una ejecución televisada.

Aunque… si repasamos la programación actual, advertiremos que los espacios más vistos son los que escarban en la miseria humana. Todo, so pretexto de “denunciar” una sórdida historieta “social” que no resuelve en la práctica ninguna situación.

Y está el terror… Imagínate rodeado de gente que va a morir en cualquier momento, dentro de una calamidad que permite forjar un fuerte anillo de camaradería, instigado a caminar sin tregua por una carretera desnuda de protección al clima, hundiéndote más en las depresiones de tus pensamientos, el repaso de tu vida, contrastada con la experiencias oídas al resto de concursantes, tu agotamiento, que acentúa la impresión de estupidez al participar en un concurso asesino. Todo porque El Comandante, y sus Escuadrones, afirman que la Larga Marcha es caro deber patriótico.

Durante lo más profundo de la noche, solo, acuciado por todo esto, empujado a andar, oyes el disparo que ejecuta a tu último y mejor amigo en este mundo…