lunes, 13 de julio de 2015

ROLLERBALL — NORMAN JEWISON

Poster. Destaca la violencia en él
Quizás la más conocida, influyente y esclarecedora distopía, filmada sobre guión de William Harrison, autor del relato base del libreto. La acusan de ser excesivamente ceremoniosa debido a la BSO, sinfónica (!). Tal vez, pero prefiero pensar que mejor desarrolla un augurio que va cumpliéndose con inexorable exactitud. Mas, inmersos en el momento en que sucede, no podemos apreciarlo.

Conviene reconocerle, a la Sociedad Corporativa regente del mundo del Rollerball, que aprovechó la naturaleza salvaje del Hombre (reflejo del amor de Dios por la violencia; la creó en abundancia) para arroparla con un espectáculo multimedia internacional que perseguía dos fines: de catarsis y enseñanza.

Rollerball esboza un mundo futuro utópico sin guerra, pobreza o enfermedad (reservándose ciertas adiciones “controladas” —absurda fabulación de la ciencia ficción—). El populux reside en ordenadas, limpias urbes estilo futurista/Buckminster Fuller. Todos, en apariencia, son felices. Pueden tenerlo todo, efecto del ensalmo materialista que ahora disfrutan.

A la carga: Jonathan E tiene algo que decir, y lo
hace aquí, así
Por lo común, en las utopías de ciencia ficción, la violencia es tara de mal recuerdo que una alteración devuelve a las pulcras calles y las prolijas maneras sociales, tornándolas al bestialismo. La Sociedad Corporativa sabe que no puede quitarse del Hombre tan nefasto “atributo” y que, reprimirlo podría generar una masa de descontento subterráneo que un día estallaría con irreprimible fuerza. La Sociedad Corporativa no es hipócrita. Sacia las frustraciones individuales, manipulándolas con un juego brutal.

Ocurre en un entorno controlado y cerrado. Las Guerras Corporativas obligaron a sacrificios que un puñado de psicópatas rodadores podrían malograr, fastidiando el costoso invento en torneos anárquicos.

Jonathan E (James Caan) lidera absolutamente el juego. Lleva una década rodando en el estadio con forma de ruleta, causando lesiones y muertes. En apariencia, su obstinación por jugar y luego negarse a dejarlo, según le mandan “por su bien”, viene del que un Ejecutivo le arrebatara la esposa, Ella (Maud Adams), ejemplo de que este paraíso materialista no es tan salubre ni benéfico como su Propaganda apunta. Pero la causa de su rebeldía es más profunda.

La masa quiere oír su mensaje porque es su voz,
aunque lo ignoran
El ciudadano tiene pocas libertades. No vota; obedece lo que el Directorio Ejecutivo, asistido por computadora, decida. Parece haber aún potestad de libre opinión, pero sólo en un ámbito personal o familiar.

Ocurre que estamos viviendo este mundo. De siempre, ha existido una Autoridad, fruto de la fuerza o el “mandato divino”. Luego se inventó la democracia, permitiéndonos elegir la pesadilla gobernante a nuestro gusto. Esto sucedía en una esfera “local” y por y para gente más o menos “conocida”.

En nuestra procelosa Unión Europea, un distante grupo de burócratas legislan sobre nuestras vidas contradiciendo tradiciones o costumbres que han hecho estable el país durante siglos. Estos burócratas son luego esclavos del criterio fijado por un potente lobby económico-empresarial refugiado tras siglas carentes de alma. La gente, en plata, les importa un carajo a esos burócratas. Dicen, ante la TV, preocuparse de nosotros. Pero persiguen brindar los beneficios bestiales que quieren sacar las Corporaciones que costean sus privilegios.

Esta pareja pretende derribar el mundo que frías
mentes comerciales han construido... sin saberlo
¿Qué hacer con los desempleados de las empresas deslocalizadas en un país concreto? Montan el teatrito del reciclado-laboral-mediante-cursos (para atiborrar sindicalistas bolsillos) y allá os apañéis después. Se organizan comicios, para tranquilizarnos y dar sensación de verdadero control democrático, los políticos (cebados de prebendas Corporativas) mitinean (nuestro Rollerball) y votamos algo parecido a lo ya habido.

La gente esgrime entonces su podemosgasmo apoyando gente que, en el fondo, busca el prestigioso coche oficial. Forman parte del teatro/Rollerball. Sólo que disimulan algo mejor… por ahora.

Rollerball también versa sobre el eterno enfrentamiento entre David (Jonathan E) y Goliat (las Corporaciones), y cómo el David rodador va descubriendo cómo el titán teme al individuo. El Rollerball se organizó con un objetivo social/laboral: la inutilidad del esfuerzo individual.

El poder no piensa quedarse quieto. Y presiona
El filme, sin embargo, insta a ¡luchar! en defensa de nuestros derechos inalienables; que vigilemos qué intención posterior tienen cuando nos regalan algo. Nada es gratis. Pero el valiente (terco, en este caso) individualista (el mito norteamericano) Jonathan E, una vez se erige voz disidente de la masa oprimida por la molicie Corporativa, mostrando que el individuo logra cosas por sí solo, ¿qué mundo piensa construir? Esto debe tenerse presente también.

Jonathan E no tiene ideario ni programa económico-sociopolítico. Sólo lucha, ofendido porque arbitrariamente este neofeudalismo computarizado le robó la esposa. Y encarna el subconsciente anhelo indócil de la Sociedad civil por rebelarse a un poder omnímodo y controlador. Esto, cuan instinto, ya existía en él antes de la separación.

Lo único que interesa al atleta: el juego. La victoria
Pero ¿qué construirá fuera del Rollerball, al que todo debe? Porque le señalan líder. ¿Algo anterior a las Guerras Corporativas? ¿Con derecho a errar? Y ¿cuántos yerros pueden cometerse antes del fatal e irreversible?

Y la gente, realmente, ¿quiere capitanear sus vidas, o prefiere que se las pastoreen? ¿Cuánto duraría el carisma y glamour de Jonathan E fuera del Rollerball, enfrentado al tomar decisiones cotidianas, pero de ramplón ámbito global?