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Poster. Destaca la violencia en él |
Quizás la más conocida,
influyente
y esclarecedora
distopía,
filmada
sobre
guión de William Harrison, autor del
relato base del libreto. La acusan de ser excesivamente ceremoniosa debido a la
BSO, sinfónica (!). Tal vez, pero prefiero pensar que mejor desarrolla un
augurio que va cumpliéndose con inexorable exactitud. Mas, inmersos en el
momento en que sucede, no podemos apreciarlo.
Conviene reconocerle, a la Sociedad Corporativa regente del mundo
del Rollerball, que aprovechó la naturaleza salvaje del Hombre (reflejo del
amor de Dios por la violencia; la creó
en abundancia) para arroparla con un espectáculo multimedia internacional que
perseguía dos fines: de catarsis y enseñanza.
Rollerball esboza un mundo futuro utópico sin
guerra, pobreza o enfermedad (reservándose ciertas adiciones “controladas” —absurda
fabulación de la ciencia ficción—). El populux
reside en ordenadas, limpias urbes estilo futurista/Buckminster Fuller. Todos, en apariencia, son felices. Pueden
tenerlo todo, efecto del ensalmo materialista que ahora disfrutan.
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A la carga: Jonathan E tiene algo que decir, y lo hace aquí, así |
Por lo común, en las utopías de ciencia
ficción, la violencia es tara de mal recuerdo que una alteración devuelve a las
pulcras calles y las prolijas maneras sociales, tornándolas al bestialismo. La Sociedad Corporativa sabe que no puede
quitarse del Hombre tan nefasto “atributo” y que, reprimirlo podría generar una
masa de descontento subterráneo que un día estallaría con irreprimible fuerza.
La Sociedad Corporativa no es hipócrita. Sacia las frustraciones individuales,
manipulándolas con un juego brutal.
Ocurre en un entorno controlado y
cerrado. Las Guerras Corporativas obligaron
a sacrificios que un puñado de psicópatas rodadores podrían malograr, fastidiando
el costoso invento en torneos anárquicos.
Jonathan
E (James Caan) lidera absolutamente el juego. Lleva una década rodando
en el estadio con forma de ruleta, causando lesiones y muertes. En apariencia,
su obstinación por jugar y luego negarse a dejarlo, según le mandan “por su bien”, viene del que un Ejecutivo le arrebatara la esposa, Ella (Maud Adams), ejemplo de que este paraíso materialista no es tan
salubre ni benéfico como su Propaganda apunta. Pero la causa de su rebeldía es
más profunda.
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La masa quiere oír su mensaje porque es su voz, aunque lo ignoran |
El ciudadano tiene pocas libertades. No
vota; obedece lo que el Directorio
Ejecutivo, asistido por computadora, decida. Parece haber aún potestad de
libre opinión, pero sólo en un ámbito personal o familiar.
Ocurre que estamos viviendo este mundo.
De siempre, ha existido una Autoridad, fruto de la fuerza o el “mandato divino”.
Luego se inventó la democracia, permitiéndonos elegir la pesadilla gobernante a
nuestro gusto. Esto sucedía en una esfera “local” y por y para gente más o
menos “conocida”.
En nuestra procelosa Unión Europea, un distante grupo de burócratas legislan sobre
nuestras vidas contradiciendo tradiciones o costumbres que han hecho estable el
país durante siglos. Estos burócratas son luego esclavos del criterio fijado
por un potente lobby económico-empresarial
refugiado tras siglas carentes de alma. La gente, en plata, les importa un
carajo a esos burócratas. Dicen, ante la TV, preocuparse de nosotros. Pero persiguen
brindar los beneficios bestiales que quieren sacar las Corporaciones que
costean sus privilegios.
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Esta pareja pretende derribar el mundo que frías mentes comerciales han construido... sin saberlo |
¿Qué hacer
con los desempleados de las empresas deslocalizadas en un país concreto? Montan
el teatrito del reciclado-laboral-mediante-cursos (para atiborrar sindicalistas
bolsillos) y allá os apañéis después. Se organizan comicios, para tranquilizarnos
y dar sensación de verdadero control democrático, los políticos (cebados de
prebendas Corporativas) mitinean (nuestro Rollerball) y votamos algo parecido a
lo ya habido.
La gente esgrime
entonces su podemosgasmo apoyando
gente que, en el fondo, busca el prestigioso coche oficial. Forman parte del
teatro/Rollerball. Sólo que disimulan algo mejor… por ahora.
Rollerball también versa sobre el eterno
enfrentamiento entre David (Jonathan
E) y Goliat (las Corporaciones), y
cómo el David rodador va descubriendo cómo el titán teme al individuo. El
Rollerball se organizó con un objetivo social/laboral: la inutilidad del
esfuerzo individual.
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El poder no piensa quedarse quieto. Y presiona |
El filme, sin
embargo, insta a ¡luchar! en defensa de nuestros derechos inalienables; que
vigilemos qué intención posterior tienen cuando nos regalan algo. Nada es
gratis. Pero el valiente (terco, en este caso) individualista (el mito
norteamericano) Jonathan E, una vez se erige voz disidente de la masa oprimida
por la molicie Corporativa, mostrando que el individuo logra cosas por sí solo,
¿qué mundo piensa construir? Esto debe tenerse presente también.
Jonathan E no
tiene ideario ni programa económico-sociopolítico. Sólo lucha, ofendido porque
arbitrariamente este neofeudalismo computarizado le robó la esposa. Y encarna
el subconsciente anhelo indócil de la Sociedad civil por rebelarse a un poder
omnímodo y controlador. Esto, cuan instinto, ya existía en él antes de la
separación.
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Lo único que interesa al atleta: el juego. La victoria |
Pero ¿qué
construirá fuera del Rollerball, al que todo debe? Porque le señalan líder. ¿Algo
anterior a las Guerras Corporativas? ¿Con derecho a errar? Y ¿cuántos yerros
pueden cometerse antes del fatal e irreversible?
Y la gente,
realmente, ¿quiere capitanear sus vidas, o prefiere que se las pastoreen?
¿Cuánto duraría el carisma y glamour
de Jonathan E fuera del Rollerball, enfrentado al tomar decisiones cotidianas,
pero de ramplón ámbito global?