Afiche apropiado. Lo más oscuro de la Justicia: la Ley |
Apenas nada tiene que ver esta adaptación
del sombrío personaje de cómic
creado por John Warner y el español Carlos Ezquerra con la realizada por Danny Cannon y que, con oculta mano “despótica”,
protagonizara/dirigiera Sylvester Stallone.
La de Cannon poseía algunos golpes de efecto visuales resultones, mas enfocados
a darle una “salida heroica”, de lucimiento, a Stallone, metido en la piel de Judge Joe Dredd, a quien no entendió en absoluto quizás por
algún tic de la idiosincrasia norteamericana. Stallone, buen actor
dramático, no supo dar empero dimensión psicológica a un hombre hosco,
batallador incansable contra el crimen de Mega
City One, procurando mantener un equilibrio constante, difícil, precario,
entre respetar la Ley y la arbitrariedad de las emociones.
Stallone no podía, parece ser, concebir
un antihéroe laborando de legislador, y “metió mano” para humanizarlo, que
pudiera mostrar emociones, pese a que su personaje insiste en reprimirlas en
sí. Comete el error de despojarse del casco enseguida (junto con parte de su
uniforme, queriendo que admiráramos su culturista físico atiborrado de esteroides),
expresión de que, así, también se desprendía de Judge Dredd o, al menos, el que
leemos.
Mega City One. Tan maldita como el erial desde el que la contemplamos |
Lo recrea; inventa uno que vaga por los
pagos desolados de la Tierra Maldita
o las atestadas calles de Mega City One esperando, a un tiempo, rehabilitar su
nombre y evitar una conjura que haría insoportable la vida en la gigantesca
urbe.
Travis, junto al equipo que le asesora y rodea,
desarrolla un planteamiento
“minimalista” (toda la acción sucede en un megabloque, Peaches Trees, que aumenta la
sensación de claustrofobia que supone habitar Mega City One —como el ahorrar en
decorados—) para luego llenarlo de detalles
que el lector habitual de esta
colección va a hallar para su máximo deleite. Así, destacamos referencias a Drokk, Chopper,
Kenny Who, Minty u Owen Krysler,
figuras que, a lo largo de la dilatada carrera de Dredd, han supuesto pieza más
o menos clave en su leyenda gráfica.
Judge Dredd ya tiene trabajo. Máquinas rápidas y balas instantáneas contra el crimen |
Sugerente
casi desde el primer momento, es indicativa de la situación en la que estamos
la escena en que Dredd se venda los nudillos con esparadrapo, igual que un
boxeador antes del combate. Está en los momentos previos a subir al
cuadrilátero de las calles de Mega City One y disputar allí un infinito número
de asaltos, y quizás con la certeza de que, ese día, morderá la lona.
Admirable es
la recreación de la urbe, dilatada, vasta/violenta, agotada, estresante, al
filo del cuartomundismo del que
apenas la salva la erección de megaestructuras fajadas por megaautopistas que
se devoran a sí mismas, imagen del Uroboros
y de que Mega City One no conduce a ninguna parte, sólo a la falsa impresión de
que sí tiene salida; mas, el erial tras el muro, la Tierra Maldita, tampoco
brinda una solución.
Cuando los bloques alojen pequeñas poblaciones, serán así de infernales |
Karl Urban sí entendió a Dredd (quizás por
haberlo leído). El neozelandés
respeta en todo momento el icono que supone el casco. Trabaja con la poca faz
que le permite, y logra motivarnos con una espléndida actuación. Demuestra la
pugna, a su vez, consigo mismo. Cumplir con su deber, o desahogarse dando una
paliza, mala y de verdad, arbitraria, a un sospechoso. Tiene un alto concepto
de la ética profesional. Cuando la
novata Cassandra Anderson (Olivia Thilby), durante su complicado training day, asegura que el detenido es
culpable al noventa y nueve por ciento, Dredd contesta que no basta para una
ejecución.
El
Dredd/Stallone habría ejecutado al detenido sobre la marcha, recitando
mecánicamente algún artículo de la Ley de Mega City One que le facilitara
pretexto válido para proceder tan expeditivo.
Ma Madrigal. Cruel, ajada, intestina. Otro reflejo de qué agotada está Mega City One. Su falta de futuro |
Patada en la puerta; asalto a la guarida de Ma. Sin Anderson, Dredd jamás lo hubiera logrado |
Lena Headey interpreta a una
villana respetable: Ma Madrigal. La más acendrada maldad la corroe y la disemina con su
monótona voz contaminada del slo-mo que trafica. Con ella,
cerramos el círculo. El aprieto de Travis ante un presupuesto digno de Procusto lo solventa con una buena
historia y soberbias interpretaciones, las cuales componen un vistazo desolador
del futuro.