jueves, 7 de mayo de 2015

DREDD — PETE TRAVIS

Afiche apropiado. Lo más
oscuro de la Justicia: la Ley
Apenas nada tiene que ver esta adaptación del sombrío personaje de cómic creado por John Warner y el español Carlos Ezquerra con la realizada por Danny Cannon y que, con oculta mano “despótica”, protagonizara/dirigiera Sylvester Stallone. La de Cannon poseía algunos golpes de efecto visuales resultones, mas enfocados a darle una “salida heroica”, de lucimiento, a Stallone, metido en la piel de Judge Joe Dredd, a quien no entendió en absoluto quizás por algún tic de la idiosincrasia norteamericana. Stallone, buen actor dramático, no supo dar empero dimensión psicológica a un hombre hosco, batallador incansable contra el crimen de Mega City One, procurando mantener un equilibrio constante, difícil, precario, entre respetar la Ley y la arbitrariedad de las emociones.

Stallone no podía, parece ser, concebir un antihéroe laborando de legislador, y “metió mano” para humanizarlo, que pudiera mostrar emociones, pese a que su personaje insiste en reprimirlas en sí. Comete el error de despojarse del casco enseguida (junto con parte de su uniforme, queriendo que admiráramos su culturista físico atiborrado de esteroides), expresión de que, así, también se desprendía de Judge Dredd o, al menos, el que leemos.

Mega City One. Tan maldita como el erial desde el
que la contemplamos
Lo recrea; inventa uno que vaga por los pagos desolados de la Tierra Maldita o las atestadas calles de Mega City One esperando, a un tiempo, rehabilitar su nombre y evitar una conjura que haría insoportable la vida en la gigantesca urbe.

Travis, junto al equipo que le asesora y rodea, desarrolla un planteamiento “minimalista” (toda la acción sucede en un megabloque, Peaches Trees, que aumenta la sensación de claustrofobia que supone habitar Mega City One —como el ahorrar en decorados—) para luego llenarlo de detalles que el lector habitual de esta colección va a hallar para su máximo deleite. Así, destacamos referencias a Drokk, Chopper, Kenny Who, Minty u Owen Krysler, figuras que, a lo largo de la dilatada carrera de Dredd, han supuesto pieza más o menos clave en su leyenda gráfica.

Judge Dredd ya tiene trabajo. Máquinas
rápidas y balas instantáneas contra el crimen
Sugerente casi desde el primer momento, es indicativa de la situación en la que estamos la escena en que Dredd se venda los nudillos con esparadrapo, igual que un boxeador antes del combate. Está en los momentos previos a subir al cuadrilátero de las calles de Mega City One y disputar allí un infinito número de asaltos, y quizás con la certeza de que, ese día, morderá la lona.

Admirable es la recreación de la urbe, dilatada, vasta/violenta, agotada, estresante, al filo del cuartomundismo del que apenas la salva la erección de megaestructuras fajadas por megaautopistas que se devoran a sí mismas, imagen del Uroboros y de que Mega City One no conduce a ninguna parte, sólo a la falsa impresión de que sí tiene salida; mas, el erial tras el muro, la Tierra Maldita, tampoco brinda una solución.

Cuando los bloques alojen pequeñas
poblaciones, serán así de infernales
Karl Urban sí entendió a Dredd (quizás por haberlo leído). El neozelandés respeta en todo momento el icono que supone el casco. Trabaja con la poca faz que le permite, y logra motivarnos con una espléndida actuación. Demuestra la pugna, a su vez, consigo mismo. Cumplir con su deber, o desahogarse dando una paliza, mala y de verdad, arbitraria, a un sospechoso. Tiene un alto concepto de la ética profesional. Cuando la novata Cassandra Anderson (Olivia Thilby), durante su complicado training day, asegura que el detenido es culpable al noventa y nueve por ciento, Dredd contesta que no basta para una ejecución.

El Dredd/Stallone habría ejecutado al detenido sobre la marcha, recitando mecánicamente algún artículo de la Ley de Mega City One que le facilitara pretexto válido para proceder tan expeditivo.

Ma Madrigal. Cruel, ajada, intestina. Otro reflejo de
 qué agotada está Mega City One. Su falta de futuro
Este Dredd, por motivos económicos (la andanza de Stallone gafó el asunto; los inversores debían andarse cautelosos), tiene asimismo un interesante sesgo de teleserie; en especial, The Shield. Contemplamos, “avanzadas en el tiempo”, las calles de un Los Ángeles donde la promesa del Mañana-Mañana rutilante “prescrito” en “visiones” (peligrosas) del pasado jamás se cumplirá. Y son deprimentes/deprimidas. Bosquejan un futuro próximo que se ajusta más a la distopía que a la utopía, porque, en la actualidad, el fracaso del Hombre para conseguir el Paraíso terrenal es completo.

Patada en la puerta; asalto a la guarida de Ma.
Sin Anderson, Dredd jamás lo hubiera logrado
El cómic Judge Dredd es paradigma de la distopía. No muestra el futuro basado en un próspero parque de atracciones, sin enfermedad. Las penurias obligan a reciclar los cadáveres en alimento, principalmente para pobres. ¿Puede concebirse visión más negativa del mundo por venir? No importa que haya varios bibelots tecnológicos que pretendan desviar la atención del problema. Mega City One no da solución.

Lena Headey interpreta a una villana respetable: Ma Madrigal. La más acendrada maldad la corroe y la disemina con su monótona voz contaminada del slo-mo que trafica. Con ella, cerramos el círculo. El aprieto de Travis ante un presupuesto digno de Procusto lo solventa con una buena historia y soberbias interpretaciones, las cuales componen un vistazo desolador del futuro.