Afiche. La serie desdramatiza (o intenta) un momento trascendental de toda vida: su fin |
Originalidad (televisiva) consumada con éxito. De
nuevo, la muerte, y la Muerte,
como trama. Desde el ángulo que, opino, Piers
Anthony debió manuscribir On a pale horse. Pero, por
mor de su arcaico estilo narrativo, concibió una ampulosa decepción pedante.
Bryan
Fuller supo orientar su
nave por los meridianos adecuados y, junto a la socarronería que Georgia Lass (Ellen Muth), la adolescente
protagonista, encarnaba, llenó las dos
temporadas de la serie de una cuidada reflexión de la vida, la muerte, la
pérdida, el amor, qué tránsito las ánimas experimentan, golpeadas por los
distintos avatares, y el crecimiento, o depresión, que sufren en su viaje
existencial.
Es muy recomendable por su fino humor
satírico y los cuidados diálogos. Transforman Tan muertos como yo en
una deliciosa gema, auténtica rara avis
que, por su misma exquisita naturaleza, no logró la continuidad y resonancia
que, sin duda, merecía, quedándose en “serie
de culto”.
Georgia Lass (Ellen Mut) a punto de descubrir el más trascendental instante de su existencia. Sí |
[Quizás
esto fuese, no obstante, buena cosa. Prolongarla igual hacía que esa encomiada (y
envidiada) calidad inicial se adulterase y diluyese, cayendo en un abismo de manidos
tópicos, zafiedades, aburridas repeticiones estilo CSI.]
Relata
Tan muertos como yo las vivencias postmortem
de Georgia, víctima de un accidente de carácter cósmico. Imagino que hubo doble
intención en matarla así: la de la macabra broma pesada que constituía su
deceso y lo “cósmico” del trance.
Georgia queda alistada en un grupo de “aparecidos”, fallecidos que, por
inexplicados motivos, aún no ha tenido su tránsito al misterioso y lejano Más Allá. Fantasmas tangibles, tienen
rostro distinto al que poseían en vida. Esta brigada arrebata el alma de los
que van a morir de forma horrible (aplastados por un piano, ataque de oso,
cosas así) antes del deceso, esperando ahorrarle el tremendo trauma al
espíritu.
Y compartirá su nueva "vida" con este grupo. Fantasmas corpóreos condenados por causa extraña a seguir aquí |
El “rescatado” permanece unos momentos
observando su fin, y reflexiona sobre éste. Sus amargas ironías. Qué pudo ser,
y no fue. Sólo queda el lamento, la resignación. Y las “luces” que lo guían al
Más Allá.
Este es otro cometido de Georgia, o
cualquiera del grupo (Rube —Mandy Patinkin—, Mason —Callum Blue—, Roxy —Jasmine Guy—, Betty —Rebecca Gayheart—, Daisy —Laura Harris—) al
que está asignada. Esas “luces” sugieren ser la recreación de lo que el muerto
estima es el Cielo. Paraíso customizado.
A la carta. Distinto a ese enorme y único parque apacible, según lo describen
muchas mitologías y religiones.
Mediante el trazo de los participantes de
la serie, los autores de los libretos examinan
agudamente nuestra Sociedad y qué valores crea, qué estructuras
filosóficas y morales nos someten
o moldean, evitando liberarnos, pese a prometer hacerlo.
Rube (Mandy Patinkin), el líder-gurú del grupo, va a descubrir qué duro es lidiar con la obstinación de Georgia |
Georgia reniega de su condición de aparecida
con empleo en una agencia de trabajo temporal (pretexto para construir el
análisis de nuestro entorno), según espera sus luces. Considera enormemente
injusta su muerte, tan joven. No entiende el mecanismo de la Vida, ni aún menos,
el de la Muerte, pero decide combatir este atropello.
Fuller concibe la Creación cuan enorme administración con distintos y detallados
departamentos que se ocupan, rigurosamente, de nosotros. Su funcionamiento se
nos escapa, aunque no sucede al revés. Georgia, Rube, Mason, Roxy, Daisy,
incluso los monstruosos Gravelins que
originan los aparatosos accidentes mortales, son funcionarios que, pese a su
especial ubicación en el gigantesco esquema de las cosas, no atisban más allá
de éste que cualquiera de nosotros. Todo sucede por algo. Resígnate.
Desde las alturas se supone que todo causa menos impresión. Aun los decesos |
La Muerte es tema controvertido. Nos
aterra (pienso que, en realidad, por ignorar qué nos espera luego) y la
odiamos. Pero es inevitable tránsito, y alivio inexpresable para quienes sufren
horriblemente. Supongo que eso compensa las cosas.
Y Fuller y Cía. esperan mostrarnos la Parca como un ente amable aunque
víctima de mala prensa. Inexorable burócrata, no tiene favoritos y a nadie
condona un segundo extra de vida. Sólo parece tener cierta tolerancia con estos
agentes suyos que facilitan el paso de la existencia a la muerte con suave
gesto.
Para sobrellevar esta condición especial,
Rube, el más veterano, condenado a un proceso de espera mayor por actos que cometió
en vida, asume su singular labor como una pausa indefinida que piensa
aprovechar gozando de sus pequeños placeres (la Vida se resume a eso: pequeños
placeres que emocionan, o conmueven; los grandes hitos, las fortunas masivas,
por envidiables que sean, poco reportan en el fondo). Y desea que Georgia replique
su filosofía. O acabará mal.
Este grupo tiene también su "deathcueva"; punto de reunión, debaten su situación y mil cosas más |
Georgia termina haciéndolo, a modo,
aunque su frustración y enojo por su “prematura” muerte mantienen viva su
rebeldía. Empero descubre algo que pocos tienen la suerte de vislumbrar en
vida: la malgastó, se trabó en peleas y discusiones familiares estériles. Ahora
que los ha perdido, los ama como nunca. A su alcance, pero intocables.
Es la
moraleja de Tan muertos como yo:
ámalos. Inesperadamente, puedes perderlos. Y no regresan. La vida no es eterna;
lo aparenta. Caduca de golpe.