Cubierta extranjera. Masterworks |
La primera novela publicada de H.G.
Wells ya esbozaba sus inquietudes sociales, el principal elemento que le
desmarcara de Jules Verne. Al
francés podemos verle como amo de la maquinaria steampunk remachada por doquier, heraldo de la electricidad. Confiaba
que, esta alianza vapor-electrón, proporcionaría al Hombre poder reservado a los
Dioses y le permitiría decidir su destino.
Wells veía en las máquinas (que apenas
esbozaba, frente al exhaustivo Verne) y la ciencia ficción, un elegante
vehículo para contar qué pensaba de su agonizante Sociedad victoriana y denunciar
la miseria de su época, de forma distinta a como Charles Dickens realizara, siendo la Ciencia arma de doble filo.
En La máquina del Tiempo, quizás la
primera distopía del género, de
forma ingenua, bien intencionada, expone qué consideraba sería un progreso
social(ista) de la Humanidad. Wells, hijo de clases humildes, golpeado en lo
vivo por la tuberculosis y la pobreza, presenciaba cómo una clase social
acomodada se dignaba arrojar migajas a los desafortunados mientras derrochaba
espléndidamente riquezas que podían mitigar las condiciones de indigencia.
Cuanto escribiera estaría señalado por estas experiencias.
Un maduro y afable H.G Wells distante de la época de privaciones y tuberculosis que casi termina con él |
Se imponía una justa redistribución de la
riqueza. Por una cuestión de ética y moral. El marxismo rampante resonaba en
sus párrafos. Durante bastante, el pedagogo Wells se aferraría a las bondades
del fabianismo como recurso para
sacar a la Humanidad del atolladero donde estaba (y sigue; y prometen: se
agudizará), y sólo a edad tardía, agotado, desconsolado, descubriría que su
sueño Utópico Socialista era tan nocivo como esas clases capitalistas
derrochadoras que criticara.
La
máquina del Tiempo arranca
con un grupo de acomodados burgueses discutiendo durante una cena sobre el
vehículo capaz de transportar al Futuro. (Es interesante leer que uno de los
contertulios cuestiona la utilidad de semejante artefacto. Hoy día nos da
fiebre sólo pensar qué peligrosos cambios engendraría algo capaz de modificar
la Historia —y cuanto contiene y arrastra—, a modo explorado por Fritz Leiber en Las Crónicas del Gran Tiempo.)
Especulación y nadería, es la conclusión de la velada.
Prosigue el relato del Viajero A Través Del Tiempo en el
Remoto Futuro, en el año 802.701
concretamente, donde Wells sitúa una Utopía Manifiesta pero con truco. (A destacar
la importancia de la fecha: ¡Wells estaba convencido de que se necesitaría esa
catarata de años para modificar las cosas de forma conveniente para la
Humanidad, tan acostumbrado estaba al inmovilismo victoriano, donde todo
cambio, si sucedía, llegaba con lentitud y a renuencia! —Poco podía suponer que,
unas décadas después, radicales cambios modificarían el mundo, al menos, lo
suficiente como para parecer distinto a todo lo habido antes—.)
Cualquier de las muchas portadas de una edición española del relato |
Conviene observar, también, que Wells
supo ‘anticiparse’ a los antropólogos que andan especulando cómo será la raza
humana dentro de cinco, o veinticinco mil años. El jardín al que llega el
Viajero lo pueblan versiones pequeñas-y-delicadas de los ásperos humanos del
siglo XIX, con sus pesadas ropas y cuerpo habituado al trajín con el carbón y
el vapor. (Luego están los Morlocks,
la pesadilla de la Sociedad burguesa que encarnan los Eloi.) El comunista Wells admira que se ha conseguido.
El trabajo agotador, la enfermedad, la
lucha de clases… todo el martirio histórico, ha fenecido ¡finalmente!, sí, AJÁ,
y lo reemplaza unos Campos Elíseos donde el goce, el cachondeo y la pereza caracterizan
a la Humanidad. Esto termina siendo un grave problema para el activo Viajero, alter ego de Wells, trasunto también del
Gran Explorador-Cristianizador Blanco tipo Rudyar
Kipling. La Humanidad, en su cúspide, cuando más extraordinarios deberían
ser logros y conocimientos, con una Ciencia benefactora que iluminase hacia una
Grandiosidad Aún Mayor (anímica, sin duda), cuanto hay son retozonas criaturas de
conducta hostil bajo la presión de sus inquisiciones.
¿Qué pasó, qué fue, cómo se llegó a esto?
¿La Humanidad merece la Utopía; o la Utopía es, sin embargo, veneno que
corrompe el espíritu? ¿Impide la superación?, elucubra. Las preguntas se
aglomeran en su mente. La respuesta que obtiene el Viajero, quizás no la
correcta, son los Morlocks. Los obreros, especula, aplastados tras siglos de
opresión capitalista, son hijos de Hécate
(suerte de suprema humillación del sometimiento del Dinero.) Temen al Sol. Mas
son, descubre, los amos. Se alimentan de los pasivos Eloi, algo que estremece su
culto sentido de civilización.
Verne fue primero adaptado al cine, pero Wells parece que recibió un trato más "espectacular" |
Imposible creer que el obrero, que con
tanta pasión el solidario Wells defendía, ofendido por cómo lo oprimía el Capital,
trascendiera así su Humanidad esencial. Posee máquinas, su intrincado mundo
subterráneo evidencia superioridad intelectual… mas es caníbal. ¿Qué pasó; qué
fue; cómo llegó a esto? Creo que Wells había visto, pese a todo, truco en el
sindicalismo. No luchaba tanto por llevar justicia y prosperidad como por
convertirse en la fuerza dominante que, la Historia, al final, conoció como estalinismo.
Esto no arredra al Viajero; vuelve a
emplear su máquina. Y seguimos esperando su regreso. Qué prodigios contará esta
vez.