Afiche para encandilar chavales |
Tutelado por Steven Spielberg, Michael
Bay construye un fastuoso juguete virtual cuyas únicas pretensiones son
obtener un taquillazo récord. Lo demás es un aditamento empalagoso, ñoño y
estereotipado con regusto a plástico duro. El elenco lo demuestra, excluyendo
la prodigiosa obra de ingeniería por computadora que los Transformers resultan ser en sí (muy alejados de los conocidos de
la serie de animación de Década 80). Los actores, empezando por Megan Fox, similar a maniquí animado y
cincelado con instrumental estético especializado, no son sino sombras de
personas que remata la inefable interpretación de John Torturro.
Su desquiciado agente de agencia
ultrasecreta, mortales enemigas de Fox
Mulder, carga, es pesado, y circula por parámetros que previos actores,
jugando a lo mismo, han impostado en la memoria del espectador para su hartazgo.
Pero Transformers,
presuntos robots con alma, mero y potente espectáculo de ocio frenético, arroja sin
embargo un par de oscuras lecturas que consiguen afear la imagen de Estados
Unidos. No sé si sus autores lo han tenido presente, u ocurrido.
En realidad, todo va de que este adolescente muy crecidito quiere un coche. Los robots alienígenas, son los teloneros del asunto |
Desde el primer fotograma, casi, Bay se
esfuerza por mostrar un potente músculo bélico norteamericano que funciona engrasada
eficiencia. Panoplia de aviones, blindados, portaaviones… y, sobre todo,
excelentes soldados dignos de historieta de Sergeant Fury o Sergeant
Rock. Estamos aquí, en el arenoso culo del mundo, luchando por la paz,
la libertad y la tarta de manzanas, respaldados por un arsenal que corta el hipo.
Sin pretender imponernos, pese a que este
despliegue pueda desprender esa idea.
Esa exhibición “matonesca”, a la que sin
duda el Departamento de Defensa
estadounidense ha colaborado entusiasmado (“mirad el tamaño de nuestros cojones, rojos y aliados del resto del
mundo”), pretende darle al planeta motivos para temer a EE.UU. Te pasas con
nosotros, y te arrollamos. (Que luego hayan perdido la guerra contra un puñado
de beduinos afganos, es harina de otro costal.)
...porque quiere impresionar a la pava esta. Y el coche en el idóneo sustituto de su masculinidad. O complemento, vaya usted a saber |
Sin embargo, toda esa quincalla marcial
queda absolutamente anulada por el poder de los androides cósmicos. Uno solo
barre toda oposición fuertemente encastillada en una de sus bases. ¿Qué mensaje
están lanzando Bay/Departamento de Defensa? ¿Que un Transformer tiene tal
capacidad de combate que supera muy mucho cuanto poseen, por destructivo que
sea, y debemos invertir en armas aún más poderosas? ¿O que, pese a todo, no
tienen tanta fuerza como aparentan?
Finalizada la reseña. Porque he hecho un
adecuado resumen de la película, afirmando que las actuaciones son de risible
cartón piedra metrosexual, los Transformers están hechos de puta madre
magistral (acaso un pelín barrocos), el guión parece improvisado, y hay un
aspecto sombrío en todo esto que tampoco quita el sueño.
"¡Mátalo tú que me dan miedo!" Todo una película para mostrarnos el apabullante aparato militar USA... derrotado por un robot cósmico |
He tirado a la vertiente propagandística
militarista por darle miga al tema. Acaso es el ángulo decente por el cual debemos
enfocar Transformers. Norteamérica ha
digerido fatal el 11-S 2001, y es evidente que ante el planeta, y su propia
clientela, debe demostrar que no son un artificio de poder sin verdadera
sustancia detrás del decorado, sino que hincha los bíceps y se le ponen del
tamaño exagerado de Hulk.
Es como un sigul que ejecutan ante otro
macho cuando pretenden conquistar a la hembra de la manada. Con esos limpios,
laaaargos y elípticos planos, de hombres luchando en la abrasadora arena del
desierto, protegiendo la vida de nativos que luego les minan el paso del
convoy, Bay se ha puesto en la estela de Lenny
Riefensthal, pero en colores USA. Tiene derecho, desde luego.
Este tío te raya vivo. Se carga solito el filme |
Mas convendría recordar que estamos ante
una evasión a la que se le espera contenido, por mínimo-nimio que sea, en
virtud a sus realizadores. Irrita comprobar que todo el drama se limita a un
adolescente con más años que un nudo lloriqueando por tener su primer coche, y mostrar
esa imagen acomodada y redonda del burgués norteamericano medio que puede derrochar
cuanto le venga en gana. El resto del ancho mundo lo paga.
A cambio, nos amparan con la apabullante
alharaca de su armamento…, que puede ser empero fácilmente aplastado por un
reducido escuadrón de androides cósmicos andante-pensantes mecánico/metálicos.
Eso sí: el aparatoso apartado de SFX que anima a los Transformers, espléndido |
Transformers no está diseñada ni para salvarte el día
ni para ser la película de tu vida. Sus motivaciones, muy falsas, responden a
impulsos nerviosos extremos que recuerdan el consejo de Stan Lee para dar aspecto vivaz a una plancha de cómic. Bay sabe buscar
el encuadre. Pone la cámara allá donde el efecto será más notable. Realza el
heroísmo al de las gestas auspiciadas por la Propaganda fascista. Y, además,
vende la idea de que sus autores son demócratas. Pero no le pidan nada más. Un
instante de profundidad, de introspección, de análisis. De sombras.
Todo es esa apariencia de plástico
bruñido que muestran los semblantes de los actores, resplandor capaz de
competir con el del metal pulido de los Transformers. Si les abres por dentro,
les encontrarás huecos. Pero ¡bien por Bay! Logró el GRAN taquillazo.