Cubierta. Sin piedad. El juego lo demanda |
Como Richard
Bachman, el paisano de Maine ofrece en esta novela otra incursión en la
ciencia ficción distópica.
La estimo su obra que más horror pueda inducir, pese a que, no se desarrolla
en/entre los iconos habituales del género: la maldición, la venganza de
ultratumba, el nósfero, el licantro, o escribe sobre engendros estelares,
“herederos” de Lovecraft, capaces de
generar un intenso, aunque íntimo, terror que fulmina, de formas creativas, a
sus víctimas, entregados a este infierno, lo gusten o no.
¿Por qué la
que más terror pudiera generar? Porque versa sobre miedos íntimos y mucho más viscerales
que un hirsuto hombre-lobo,
folclore de dudosa existencia. Hace grande a King el profundo psicoanálisis que
efectúa del personal; aun un secundario intrascendental tiene algo que le brinda autenticidad. King ha
observado al mundo laaargo rato. Cual coleccionista de insectos, fue
catalogando cantidad de sujetos que, con el alfiler de su prosa, ensartó en el
papel que recoge sus párrafos.
Si escribiese
sobre algo derrotista y social, alguna milonga ‘intelectual’ al agrado de un
pequeño (pero muy influyente) lobby
de lectores, sería una figura ¡aclamada! hasta el empalago. Todas las excelsas
academias literarias mundiales le tendrían un sitial de honor preparado. Pero
escribe terror, hermano pobretón de
la ciencia ficción. El estigma es tan profundo que King jamás podrá superarlo.
El desprecio elitista se cebará en él in
saecula saeculorum.
Stephen King en aquella época en que "el hombre de negro huía a través del desierto..." |
Las elites desdeñan
(pues desprecian bucear en sus letras) que King atiende todos los segmentos
sociales que tanto TANTO encomian en escritores quizás menos capacitados, pero queridos
por estos “entendidos”. King desbroza las complejidades de su Sociedad merced al
retrato de individuos que muestran cantidad de planos grises. No se recrea en
la figura plana del psicópata de largo cuchillo que destroza víctimas porque
sí.
Creo que,
pese a todo, detesta esa imagen del Terror, cinematográficamente muy apreciada.
Lo del cine es la exhumación de vísceras con abundante hemorragia, destello de
acero desde la oscuridad, compitiendo con la mirada de chispeante locura del
psicópata. La casquería: como todo fin.
King sirve el
banquete, ajá, sí, pero antes, o durante, cuenta su origen. No busca tu piedad
con el asesino. Sólo relata que nada es tan arbitrario como el cine muestra.
Portada de la edición de Martínez Roca |
Sugiere
evidencia, la lectura de La Larga Marcha, dos cosas: que a
King le dio por los concursos extremos (otro ejemplo: El Fugitivo) y exageró la
premisa, y que el norteamericano tiene hambre de dictadura, para combatirla,
vencerla y demostrar la potencia de sus libertades. Semeja ritual de madurez
que sienten aún deben pasar.
En El Fugitivo, el dictator lo compone Corporaciones-Gobierno-TV. Cuenta con el respaldo
de la población,
arracimada en bloques
miserables,
y absolutamente adicta a la salvaje dieta de concursos con muertes y
mutilaciones. El espectro de las libertades
que dicen sirvió de marco para modernas cartas magnas europeas es un relente
incapaz de inducir recuerdo.
En La Larga Marcha, el juego es una
competición, muy poco espectacular (comparada con El Fugitivo), donde cien jóvenes caminan Caminan CAMINAN hasta que
sólo quede uno para recibir el Premio; al parecer, bestial cantidad de dinero y
privilegios sociales. Sin descanso. Sin
paradas para reponer fuerzas. Anda, o revienta, la consigna del torneo. La
gente lo sigue con pasión desde sus televisores, u orillan la carretera para
vitorear a la extenuada tropa que, en cualquier momento, es sacudida por el
estampido de un rifle que elimina a un concursante que se paró, cayó agotado, o
no camina a la velocidad mínima establecida. Todo, para mayor gloria del
gobierno del autócrata El Comandante.
Otra incursión de King en la ciencia ficción distópica televisiva de concursos asesinos |
Ray Garraty participa en la enferma competición
siguiendo unas nebulosas razones que ni él mismo logra precisar. No es el único
que anda perdido sobre por qué eligió este suicidio. El pretexto: el Premio. Un
competidor es ¡aclamado! por su pueblo como un héroe. Entrega su vida por el fin
aberrante de proporcionar una ejecución televisada.
Aunque… si repasamos
la programación actual, advertiremos que los espacios más vistos son los que escarban
en la miseria humana. Todo, so pretexto de “denunciar” una sórdida historieta
“social” que no resuelve en la práctica ninguna situación.
Y está el
terror… Imagínate rodeado de gente que va a morir en cualquier momento, dentro
de una calamidad que permite forjar un fuerte anillo de camaradería, instigado
a caminar sin tregua por una carretera desnuda de protección al clima,
hundiéndote más en las depresiones de tus pensamientos, el repaso de tu vida,
contrastada con la experiencias oídas al resto de concursantes, tu agotamiento,
que acentúa la impresión de estupidez al participar en un concurso asesino.
Todo porque El Comandante, y sus Escuadrones,
afirman que la Larga Marcha es caro deber patriótico.
Durante lo
más profundo de la noche, solo, acuciado por todo esto, empujado a andar, oyes
el disparo que ejecuta a tu último y mejor amigo en este mundo…