Portada forastera de un gran clásico |
Romanticismo
contra comercio; es el núcleo central de esta novela de Walter Jon Willians (¡aclamad al
escritor!) tras la aparatosa y bien relatada tramoya cyberpunk con la cual nos
encandila.
Es lucha que
cada día se perfila más clara en nuestro mundo actual; los estándares
“tradicionales” de política y orden conocidos empiezan a debilitarse frente a
Corporaciones económicas que van poniendo al mando de los distintos Gobiernos líderes
que beneficien sus balances mercantiles. El populux reacciona ante esta forma
de agresión (de siempre presente, aunque bajo otra máscara) con
populismos-y-populistas que, tras la sonora maraca de sus eslóganes combativos,
no hay nada, y de triunfar, manifiestan la corrupción incontrolada que critican
a los grandes partidos, así como ineptitud para lidiar con los toros de la
potente economía corporativa. La prosaica realidad les estalla los morros.
Pero siempre
hay quien, románticamente, se erige adalid contra el monstruo y le planta cara
en un último y decisivo combate que, al menos, le glorifique para la
posteridad. En Hardwired, este
caballero andante es El Cowboy,
idealista de la vieja y buen escuela. Sueña metas supremas y, como los iconos
de quienes toma el nick, su máxima
aspiración es poder transitar las grandes planicies libres de las alambradas
HI/TECH que erige el Corporativismo. Combate cuanto restrinja sus parcelas de
libertad.
Aquí nos la sirvieron así |
Su opuesto es
Sarah, una
prostituta/mercenaria/sicario de un Miami medio anegado por el alza de los
océanos. Curtida guerrillera de las terribles vicisitudes de la vida, éstas la
han llevado a ser traicionera y pragmática. Tiene un sueño, cierto, pero estima
saber eludir sus ensalmos sedosos… o eso cree.
Al contraste
con Sarah, cínica total, el Cowboy, que no es ingenuo completo, está bastante
tierno. Apreciamos que la una se contenta con llegar a mañana; a eso consagra
todas sus fuerzas; el otro contempla el horizonte infinito y más allá,
amontonando visiones de individualismo sin fronteras. Una pelea digna de una
muerte legendaria.
Las transacciones
comerciales acaban uniéndoles; el sueño de Sarah, abandonar esa vida peligrosa
y degradante que ha llevado, recibe carta de materialidad por parte de Cunningham, un intermediario de los Orbitales, quienes dominan el ancho
mundo tras la aplastante Guerra de las
Rocas. A cambio, también el Cowboy debe perecer.
Y fue escrita por este señor, que posa dándoselas de misterioso |
Y casi esto
sucede. Pero Sarah ve algo nuevo en
el romanticismo suicida e improductivo de el Cowboy, redentor incluso, por lo
cual merece arriesgarlo todo. La áspera superviviente del duro combate urbano
queda cegada, como San Pablo, por el
destello de las ideas de libertad y dignidad de el Cowboy, y juntos cabalgan
esa senda. Tampoco es fácil para el Cowboy; conocer a Sarah le hace casi caer
en su Reverso Tenebroso, mas logra evitarlo,
supera la tentación, y prevalece su entereza.
La novela de
Williams, encuadrada en el ahora satanizado cyberpunk
(a causa, pienso, de que los autores —presos del veleidoso gusto del lector— no
supieron parar de ‘electrificar’ los sesos de sus personajes, engendros de ojos
electrónicos capaces de ver aun lo que
no convenía), es vigorosa, fuerte, con identidad propia que, como el Cowboy, se
niega a rendirse sin haber, al menos, descargado sus revólveres una vez. Mezcla
abundantes elementos (aventura, thriller,
filosofía…) en pos de una narración tónica que abrace enteramente al lector,
impidiéndole quedar descontento.
Su profusa actividad le ha llevado a formar parte de esta leyenda |
Es inevitable
comparar; el cyberpunk parece
dominado por William Gibson, quizás
su mayor promotor. O el más afamado. Pero las conocidas obras de Gibson no
tienen, sin desmerecerse, la garra de Harwired.
Y lo estimo por su carácter cercano.
Mientras Gibson compone aparatosas arquitecturas donde las marcas tienen brutal
importancia (juego al que colabora Williams, empero), en cambio sus personajes
se han rendido sin condiciones a Japón.
Hacen un
aspaviento o dos, amagos cara a la galería, de que no están vendidos a los del
Sol Naciente por entero. El Cowboy pelea por su identidad tradicional/racial
(¿no lo delata su nick?) y la mayoría
de los personajes (marginales, delincuentes) a modo lo imitan. Aun Sarah
enarbola determinado carácter ante al aparente poder omnímodo de los Orbitales,
regidos por un Soviet Orbital, no
por Corporaciones niponas. Los rusos juegan un importante papel en esta novela
de 1986, que llegó a nuestras costas en 1995. Hoy día, parecen estar en esa
frecuencia. Japón, no.
Esta máquina tripula el protagonista de este romance de la leyenda contra el comercio |
Hardwired también contiene ciertos miedos “modernos”
norteamericanos, como la balcanización de Estados Unidos, y cómo este
desmembramiento convierte en víctimas de despiadadas negociaciones extranjeras
a sus ciudadanos. Ante esto, sin embargo, la población se refugia cada vez más
en sí misma y sus tribalismos, negándose a “reconquistar” su nación para devolverla
la grandiosidad del momento presente.
¿Contemplamos,
otra vez, el extraño poder augur de la ciencia ficción? Exactamente, el
vaticinio puede no cumplirse, pero según avanza la Historia, vamos verificando
que algunos de sus perfiles se confirman. ¿Podremos aprender de la lección y
evitar la catástrofe en ciernes?