lunes, 1 de junio de 2015

CAMPO DE BATALLA: LA TIERRA-1 — L. RONALD HUBBARD

El problema de esta saga es
todo el cine (y cómic) que ha
venido después, sepultando en
anodismo sus presuntos logros
Ciencia ficción de aventuras, contiene conjeturas, vagas referencias tecnológicas y desarrolla el eterno conflicto entre el Bien y el Mal según L. Ronald Hubbard, el “mesías” de la dianética y la Cienciología. Pergeña otro “desmentido” sobre “el mito” de que los extraterrestres serán inevitablemente benignos con nosotros, según una hipótesis, bien intencionada, esbozada por distintos científicos, sobre supuestas evidencias de madurez cultural. Habrían repudiado la guerra, la invasión y la violencia, mostrando desprendido deseo de compartir su progreso con civilizaciones más atrasadas, como la nuestra.

Hubbard ha intentado escribir (según acuñó en su extenso prólogo) la mayor obra de ciencia ficción concebida jamás, en plan Cecil B de Mille del género. Evitó hacerla unidimensional buscando darle contenido más allá del conflicto, las máquinas apabullantes, las estrellas como colmenas de hostiles aliens que codician nuestro vapulado planeta. Ha resaltado a los antagonistas protagonistas, el psiclo Terl y el humano Jonnie Goodboy Tyler.

Se ha esforzado por labrar, a fondo, su campo psicológico, mostrar que sus actos derivan de cúmulos de circunstancias, no de clichés basados en el blanco-y-negro. Ingresó numerosos espacios grises en Terl y Jonnie como para dotarles de alma.

L. R. Hubbard; aunque lo dudéis, seré el mesías-
papa de una secta muy discutible pero influyente.
(Así que cuidado con esta persona.)
Aunque, desde el principio, Hubbard se decanta por los brutales antropoides velludos psiclos. La relevancia de Terl eclipsa frecuentemente las andanzas de Jonnie, quien parece, a veces, sólo carne de palizas. Como héroe, carece de carisma. Es un pobre buen hombre, torturado por grandes inquietudes que acaban metiéndole en líos. Pero jamás lo seguirías a la batalla. Obligado a ser líder de un movimiento de resistencia-y-supervivencia, descubre qué grande es el incómodo traje, ¡del cual no puede zafarse!

Campo de Batalla: la Tierra (1), aun interesante, dista (considero) de ser la colosal epopeya que Hubbard pretende sea. En la extensa nota de dedicatorias, encabezada por Robert A. Heinlein, faltan dos Philip(s): José Farmer y K. Dick, lo cual induce a sospechar inquina por ellos, prosistas más logrados que Hubbard. Lo estimo eficaz narrador, mas no autor que enganche desde la primera línea, cosa que sí hacen Farmer y Dick.

En este país ha tenido portadas
de este corte
Conforme: sus primeros trabajos podrían desmentirme. Mas Hubbard, a Campo de batalla: la Tierra, llega con una dilatada carrera literaria. Conoce todos los trucos para hacer absorbente al lector su fábula y que quiera terminarla. Con dificultad lo consigue.

He comparado el estilo de Hubbard con el de Lester Dent, porque Campo de batalla: la Tierra, ante todo, es un extenso pulp bien abrigado por generosos elogios. Hubbard es un Dent descafeinado. Falta a la esencia prístina del género.

Su épica: de baja intensidad; las situaciones de acción: poco lucidas. El aparato fantabuloso de aparatos: convencional. Hubbard prefiere mostrar a Terl como a un feroz yuppie cósmico cuya ambición viola todo límite. Parece retrato alien de esos jóvenes brokers representados en Wall Street o American Psycho.

Y comparar novelas/saga como El Mundo del Río con Campo de batalla: la Tierra, expresa qué pretendo constatar. Farmer, desde el principio, engancha. Tiene ese no sé qué que cautiva, logrando infundir empatía por el protagonista, aun algunos secundarios. Por Jonnie, sólo sientes lástima. No es el hombre que marque la diferencia. Ni Mad Max ni John Connor. Es una víctima encastrada en un rol excesivo para Goodboy.

Hubbard lleva en esto de la
narración tope de años. Lo que
sabrá sobre el oficio
Pero, curiosamente, la falta de espectacularidad mecánica, y más esperada de una civilización extraterrestre con una HI/TECH epatante, da empaque al relato. El conquistador psiclo ha expoliado la Tierra. Dejó aquí un retén para cosechar hasta las migajas y mantener la concesión en su poder, por futuras eventualidades cósmicas.

Lo importante, el Independence Day, ocurrió un milenio antes, y nos aniquilaron gaseándonos desde el espacio. Los pocos humanos supervivientes habitan pequeñas, aisladas y remotas comunas en un precario estado cultural, casi de colonias agrícolas medievales, con mucha suerte. (¡Cómo irrita el tal Sir Robert!)

Viven donde el ambiente es nocivo para los psiclos (como ocurre con el asentamiento de Jonnie, cerca de radiaciones, que también están dañando la prole humana) o lugares tan esquilmados que carecen de interés para los invasores. Nosotros, los supuestos amos de la Creación, somos para los psiclos alimañas. Y así nos tratan

Y con notable éxito, al parecer
Es el enésimo golpe que, desde el género, recibe la presunción de nuestra aparente superioridad, aquí u otro punto del Cosmos, basada en la idea de la divina concepción de la Humanidad. Idea interesante. Lástima; ya la han explotado (mucho) antes.

El lector descubrirá que no puede hablar declaradamente mal de Campo de batalla:la Tierra (1), sin ser deshonesto, como tampoco puede recomendarla con efusión. Entretiene: casi. Hubbard tiende a la redundancia innecesaria, logrando agotarnos.

Tampoco ayuda que la edición de New-Era contenga numerosos encomios hacia una obra que, según lees, menos crees; impostan la impresión de ser recomendaciones mercenarias afectas al gurú de la secta, no a la obra per se. Alerta, pues, al proselitismo.