El problema de esta saga es todo el cine (y cómic) que ha venido después, sepultando en anodismo sus presuntos logros |
Ciencia
ficción de aventuras, contiene
conjeturas, vagas referencias tecnológicas y desarrolla el eterno conflicto entre
el Bien y el Mal según L. Ronald Hubbard,
el “mesías” de la dianética y la Cienciología. Pergeña otro “desmentido” sobre “el mito” de que los extraterrestres
serán inevitablemente benignos con
nosotros, según una hipótesis, bien intencionada,
esbozada por distintos científicos, sobre supuestas
evidencias de madurez cultural.
Habrían repudiado la guerra, la invasión y la violencia, mostrando desprendido
deseo de compartir su progreso con civilizaciones
más atrasadas, como la nuestra.
Hubbard ha intentado escribir (según acuñó en su extenso prólogo) la mayor obra de ciencia ficción concebida
jamás, en plan Cecil B de Mille del
género. Evitó hacerla unidimensional buscando
darle contenido más allá del
conflicto, las máquinas apabullantes, las estrellas como colmenas de hostiles aliens que codician nuestro
vapulado planeta. Ha resaltado a los
antagonistas protagonistas, el psiclo Terl
y el humano
Jonnie Goodboy Tyler.
Se ha esforzado por labrar, a
fondo, su campo psicológico, mostrar
que sus actos derivan de cúmulos de circunstancias, no de clichés basados en el
blanco-y-negro. Ingresó numerosos espacios
grises en Terl y Jonnie como para dotarles de alma.
L. R. Hubbard; aunque lo dudéis, seré el mesías- papa de una secta muy discutible pero influyente. (Así que cuidado con esta persona.) |
Aunque, desde el principio, Hubbard se
decanta por los brutales antropoides
velludos psiclos. La relevancia de Terl eclipsa frecuentemente las andanzas
de Jonnie, quien parece, a veces, sólo carne
de palizas. Como héroe,
carece de carisma. Es un pobre buen hombre, torturado por grandes inquietudes
que acaban metiéndole en líos. Pero jamás lo seguirías a la batalla. Obligado a ser líder de un movimiento de resistencia-y-supervivencia, descubre qué
grande es el incómodo traje, ¡del cual no puede zafarse!
Campo
de Batalla: la Tierra
(1), aun interesante, dista (considero)
de ser la colosal epopeya que Hubbard pretende sea. En la extensa nota de
dedicatorias, encabezada por Robert
A. Heinlein, faltan dos Philip(s): José Farmer y K. Dick,
lo cual induce a sospechar inquina por ellos, prosistas más logrados
que Hubbard. Lo estimo eficaz narrador, mas no autor que enganche
desde la primera línea, cosa que sí hacen Farmer y Dick.
En este país ha tenido portadas de este corte |
Conforme: sus primeros trabajos podrían desmentirme. Mas Hubbard, a Campo de batalla: la Tierra, llega con
una dilatada carrera literaria. Conoce
todos los trucos para hacer
absorbente al lector su fábula y que quiera terminarla. Con dificultad lo consigue.
He comparado
el estilo de Hubbard con el de Lester Dent, porque Campo de batalla: la Tierra, ante todo,
es un extenso pulp bien abrigado
por generosos elogios. Hubbard es un Dent descafeinado.
Falta a la esencia prístina del género.
Su épica:
de baja intensidad; las situaciones
de acción: poco lucidas. El aparato fantabuloso
de aparatos: convencional. Hubbard prefiere
mostrar a Terl como a un feroz yuppie cósmico cuya ambición viola todo límite. Parece retrato alien de esos jóvenes brokers
representados en Wall Street o American Psycho.
Y comparar
novelas/saga como El Mundo del Río con Campo
de batalla: la Tierra, expresa qué pretendo constatar. Farmer, desde el principio, engancha. Tiene ese no sé qué que cautiva, logrando infundir
empatía por el protagonista, aun
algunos secundarios. Por Jonnie, sólo sientes lástima. No es el hombre que marque la diferencia. Ni Mad Max
ni John Connor. Es una víctima encastrada en un rol excesivo
para Goodboy.
Hubbard lleva en esto de la narración tope de años. Lo que sabrá sobre el oficio |
Pero, curiosamente, la falta de espectacularidad mecánica, y más esperada de una
civilización extraterrestre con una HI/TECH epatante, da empaque al relato. El conquistador psiclo ha expoliado la Tierra. Dejó aquí un retén para cosechar hasta las migajas y
mantener la concesión en su poder, por futuras eventualidades cósmicas.
Lo importante, el Independence Day, ocurrió
un milenio antes, y nos aniquilaron gaseándonos desde el
espacio. Los pocos humanos supervivientes habitan pequeñas,
aisladas y remotas comunas en un precario estado cultural, casi de colonias agrícolas medievales, con mucha suerte.
(¡Cómo irrita el tal Sir Robert!)
Viven donde el ambiente es nocivo para
los psiclos (como ocurre con el asentamiento de Jonnie, cerca de radiaciones, que también están dañando la prole humana) o lugares tan
esquilmados que carecen de interés para los invasores. Nosotros, los supuestos amos de la Creación, somos para los
psiclos alimañas. Y así nos tratan.
Y con notable éxito, al parecer |
Es el enésimo golpe que, desde el
género, recibe la presunción de
nuestra aparente superioridad, aquí u otro punto del Cosmos, basada en la idea
de la divina concepción de la
Humanidad. Idea interesante. Lástima; ya la han explotado (mucho) antes.
El lector descubrirá que no puede hablar
declaradamente mal de Campo de batalla:la Tierra (1), sin ser deshonesto,
como tampoco puede recomendarla con efusión. Entretiene: casi. Hubbard tiende a la redundancia
innecesaria, logrando agotarnos.
Tampoco ayuda que la edición de New-Era
contenga numerosos encomios hacia una obra que, según lees, menos crees; impostan la impresión de ser recomendaciones mercenarias afectas al gurú
de la secta, no a la obra per se. Alerta, pues, al proselitismo.