Afiche. Muchas naves clonadas por computadora; y ya está |
Fotogramas para la densa saga “interestelar” de L.
Ronald Hubbard. Roger Christian (y guionistas implicados) suprime bastante carga de secundarios que abultan la novela, persiguiendo
una dinamización general de la cinta, engolfándose
en algunos clichés del apoqueclipse cinematográfico y literario, como el retroceso cultural de la Humanidad a las cavernas, abrazando el supersticioso politeísmo fetichista
para explicar los misterios de la Naturaleza.
Interesante detalle, pues demuestra que esta Civilización que tan meticulosamente
hemos labrado es, en realidad, una lámina de mugre que un remojón de Catástrofes y Carencias, S.A., lava enseguida.
Resurge la bestialidad
primigenia egoísta, sectaria y tribal,
por tenerlo arraigado en el ADN profundamente, pese a todo el Mozart y el ballet habido antes. Esa agresividad
es espada de doble filo, especie de don-maldición,
pues nos proporciona empeño y energía para continuar y culminar nuestros
proyectos (ajá, sí), pero saca al asesino de nuestro interior.
Christian tampoco reconstruye la
saga de Hubbard fielmente, y no tanto por economía del metraje como por “querer
anticiparse” a Tim Burton en su
nueva visita al Planeta
de los Simios;
Christian traduce mucho de lo que Franklin
Schaffner mostró en su inquietante película (que agrandaba la novela de Pierre Boullé).
El auténtico protagonista es Terl (John Travolta). Por eso, todas las imágenes versan sobre él. El humano, está de sobra |
Como el de la novela, el Jonnie Goodboy Tyler encarnado por Barry Pepper igual esboza inquietudes, de todo tipo-y-tamaño, que
lo empujan a traspasar su non plus ultra cultural, buscando más allá remedio, respuestas,
regeneración para la situación creada por el agresivo invasor alienígena,
que ha puesto a la Humanidad al filo de la extinción.
El invasor,
los racistas y genocidas hirsutos psyclos,
llevan mil años esquilmando la Tierra, trabajo que, al parecer, desempeñan sus más ineptos miembros. Pues ¿cómo no dieron,
durante ese milenio, con Fort Knox,
dada su avidez de oro? ¿Tanto nos despreciaban que no les
dio por investigar qué eran los bancos? Otro: ¿no quieren experimentar, más
allá de la explotación esclava, con el Hombre?
Destaca Terl (John Travolta, muy
empeñado en que filmasen la novela,
que esperaba eclipsase —¡ahí nada!— a Star Wars), quien está en constante competición tanto con sus subordinados
como superiores, todos deseosos de defenestrarle. Roba bastante cuota de pantalla a Jonnie, con quien,
el oprimido prota, deberíamos empatizar, y por norma muy establecida. Pero…
Jonnie Goodboy sólo cuenta para recibir las brutales palizas de los aliens conquistadores |
Más aún que en la novela (cuyo volumen diluye suficiente su vehemente codicia),
Terl es un Ejecutivo ávido de
riquezas y posición en su brumoso planeta natal, que sugiere ser émulo del Giedy Prime del Dune de David Lynch.
Terl trabaja para una Corporación galáctica que gasea
mundos habitados para luego,
librados de casi toda oposición nativa, saquearlos
hasta la médula y trasladarse a otro objetivo, repitiendo la operación.
[Y
pregunto: esta táctica comercial, humana, ¿la aplicaría una Corporación extraterrestre?
La ambición de Terl, ¿dominaría a esos empleados? ¿O los motivaría otra cosa,
intereses y pasiones inimaginables? ¿Serían tan codiciosos? ¿…peor, aún?
¿Cuánto de humano otorgamos a los aliens, para así hacerlos más “manejables”?]
Aunque, entre sí, tampoco se tratan mejor. Y este fulano viene a cortarle las alas a Terl |
Campo de batalla, la Tierra queda en la franja de ser una poco luminosa evasión de serie B (esto, piedad por respeto al
trabajo efectuado) cuyos malos resultados abortaron su secuela. Carece “de momentos”. No logra épica alguna,
pues domina la tarima el malo, y sus sucias maquinaciones son las que, casi a diario, soportamos. Produce rechazo.
¿También deben emporcar nuestro ocio, uno que, encima, no brinda catarsis?
Jonnie no es John Connor, aunque Pepper se esmere en su convincente
interpretación de un honesto libertador. (Y ¿por qué debe ser
norteamericano?) Creo que el fallo
radica en sus manías de mono, imitadas por otros integrantes del reparto. En la novela, no sucede así. Los supervivientes,
aunque residan en cavernas, mantienen un digno
sentido de su evolución…, plagado de
envidias y conspiraciones.
El desprecio de Terl por Jonnie va a producirle un dolor de cabeza. El humano, aprende a vengarse |
El romance
entre Jonnie y Chrissy (Sabine Karsenti) es un apéndice artificial. Aun permite intuir
que sólo sale para que Terl pueda usarla
de chica-rehén y coaccionar a Jonnie. Que después
adquiera una vaga relevancia bélica es debido a que, como novia del
prota, debe estar a la altura.
El fracaso
comercial de Campo de batalla, la Tierra
abortó la realización de su secuela. Visto el filme, estaba cantado: el malo gobierna el proscenio;
el bueno es un gualdrapas; su novia es
una amazona lacia, los demás elementos,
un bulto… y el lindo detalle del uranio remata la cinta.
Sugerente imagen; el director "coaccionado" por un Travolta cienciólogo obstinado en que esta novela tuviese película |
Todos los planetas del Universo contienen
los mismos elementos de la Tierra.
Varía su cantidad (obviamente, excluyo los mundos gaseosos.) Por tanto, Psyclo debía contener también uranio,
que reaccionaría explosivamente con
su atmósfera. Es de suponer que, cuando sus primitivos habitantes lo extrajeran al aire, causaran la vehemente reacción en cadena descrita en el
filme.
Pero esta cinta necesitaba tener su émulo de la Estrella de la Muerte, y se logró así (con un detalle que Hubbar también desdeñó). Otra cosa, no explica el garrafal fallo.