Afiche. Por Amsel |
Oportunista y controvertida en peli de culto ¡de lo mala
que es!, esta lamentable producción está pagada por Dino de Laurentiis. No rinde, para nada, culto al cómic de Alex
Raymond. Sugiere
incluso ser “descarte” de los disparates que los Hermanos Salkind costearon para “mofarse” de Superman, y que Mike Hodges
aprovecha hasta en la elección de compañera de esta suerte de Campeón Eterno del exótico planeta
Mongo. Melody Anderson, que
interpreta a Dale Arden, la Novia Eterna de Flash, recuerda mucho a la bulímica Lois Lane de Margot Kidder.
Si pretendía
dar una imagen de la mujer de Década 80, firme, segura e independiente, obtuvo empero
un estereotipo irritante de una fulana que aspiraba a ser un hombre para así
tutearles, en falsa igualdad de condiciones, imitándoles en sus expresiones más
desagradables y las resacas tras épicas borracheras. (El sexo, va aparte.)
Prosigue la
carrera de desaciertos Sam Jones
como Flash. Lejos del elegante sujeto que Raymond dibujara, Jones es un mesomorfo
jugador de fútbol americano cuya profesión tiene la oportunidad de enseñar, en
todo su esplendor, en el salón del trono de Ming el Despiadado (o Max
von Sydow, que en ciertos momentos parece seguir pegado a las pieles
suntuosas del rey Osric de Conan
el Bárbaro).
El desamparado trío de terrestres comparece en la pompa de una corte de opereta esperando su suerte |
Cuesta auténtico trabajo verle aciertos a
esta infeliz producción (quizás exceptuando el tema central de la BSO de Queen). Los desaciertos,
más numerosos, entierran los aspectos positivos que, caritativamente, pudiéramos
verle. El primero a destacar, es esa zafia frivolidad americana de que “somos los amos dentro y fuera de la Tierra y
jodeos por nuestros modales”. Otro escaso “éxito” es el vestuario de los de
Mongo. Esos adornos de latón dorado, las pesadas túnicas rojas, las absurdas
máscaras antigás que hacen parecer cerdos procaces a las tropas (tristísimo
émulo de los Stormtroopers de Star Wars), más los retales del
harén de algún modo mórbido emperador chino…
Ubicados en la órbita lucasiana, aparece un trasunto de Darth Vader obsesionado con las curvas
de Aura (Ornella Muti), hija de Ming el Despiadado. Debía irle el sadomaso,
pues anhelaba los desprecios de la primogénita del chinés Capitoste. Más allá,
aparte de su nula relevancia guerrera, los aspavientos de un presunto poder que
no poseía, poco más a resaltar del elemento.
Y ¿quién la lidera? Ming el Despiadado con cara de estar mortalmente aburrido |
Suelen destacar, a favor, el retropunk de las naves, inspiradas
ciertamente en las daily strips, así
como el maquillaje de algunos ‘secundarios’.
Mas tal sucesión de payasadas, que son las
que sugieren la impresión de que estaban tirado de desechos de Superman, nos sitúan lejos-lejos del
icono heroico que Raymond (y continuadores) dibujó, y que podemos considerar,
más que refinado de Buck Rogers o Brick Bradford, heredero muy directo de
las audaces andanzas de John
Carter.
Una prueba que sostiene esta teoría está en
que, apenas Zarkov secuestra a Flash
y Dale a punta de revólver, y su azaroso viaje de colisión contra Mongo
concluye, son atacados por la más estrambótica y variopinta población local.
Pero cosa corriente para el destacado guerrero de Virginia domiciliado en Barsoom.
Una aliada inesperada, pero porque está prendada de los exóticos pectorales de Flash Gordon |
Todo eso desperdicia esta película que
sólo tiene una cosa que desentona con su aire de comedia Zucker-Abraham-Zucker: Arboria. Esa parte, poderosamente influida
por el Dagobah de El Imperio Contraataca (el oportunismo previamente citado) parece incluso de otro filme, dirigido
por alguien que sí era consciente del material que manejaba y decidió tratarlo
con el debido respeto. Falla quizás en el “exceso de celo” como Jones caracteriza
a Flash, aunque lo compensa la fría aristocracia hereditaria como Timothy Dalton representa al Príncipe Baring, Robin Hood de Mongo, aunque también esencia del Hombre Verde taumatúrgico de la
mitología celta.
Este Flash
Gordon verdaderamente está desnaturalizado con respecto a sus orígenes. Es
posible, y salvando las distancias de tiempo, producción y censura, que algún
episodio del viejo serial protagonizado por Buster Crabbe tuviera momentos supremos a los que este filme ni se
acerca, con su parafernalia de SFX de
feria. No hubo intención de hacer algo digno, con vistas a explotar la
franquicia, cosa que sí supieron hacer con Indiana
Jones, y destino que la malograda película de Doc Savage comparte con
este Flash Gordon.
La forma más extraña de hacer amigos en Mongo: torneos a muerte y a latigazos |
Estaban por tirotear el mito, porque era
una opción fácil de hacer Historia, una forma baja, aun grosera, que desvirtúa
a sus responsables y pone en peligro querer retomar, por otros, el proyecto.
Menudo baldón ha caído al personal, pues siempre se recordará esta sarta de
insensateces, colocando tales piedras de molino al cuello de la siguiente cinta
que no podría levantar cabeza.
Sin embargo, seamos objetivos y
reconozcamos qué triste y aún más desafortunada fue la versión televisiva
realizada a mediados de la década de 2000. Mientras que el Ming de von Sydow
aparecía irónico y altanero, triunfal, el de esa serie semejaba un noble de
saldo de Dune, patricio además consciente de su insignificancia.
En cuanto al nuevo Flash… ¡regresa, Sam
Jones!