Estas imágenes se muestran para reforzar el comentario |
El padre de Hellboy nos ofrece una ingeniosa parodia del
gótico, burlándose de él mediante Cabeza
de Tornillo, ente robótico de orígenes secretos. Al menos, en su primera
andanza. Mignola no para en ese “estilo” de lanzar pullas: también se mofa de
sí mismo al envolver esta aventura de corte steampunk (a lo Wild
Wild West) de los cataclismos prebíblicos de Hellboy y las figuras de autoridad, dibujadas
estáticas y encumbradas en una sapiencia enigmática, pura farfolla arrogante que
puede ocultar la más absoluta ignorancia.
También dispara contra los zombis. El
enemigo al que Cabeza de Tornillo frustra planes (aunque el propio Emperador Zombi no duda en boicotearse)
es un altanero y un tanto inepto muerto viviente maqueado en ropajes decimonónicos
que le brindan una vaga dignidad. Henchido de la megalomanía característica de los supervillanos del mainstream,
el Emperador Zombi persigue apoderarse de una joya embrujada cuyo poder cabalga
entre los fetiches cargados de letal hechicería de la Era Hyboria y el Arca
Perdida.
Lincoln llamando al héroe |
Mignola, para narrar esta singular
parodia, ilustra amplias viñetas bañadas en negro. Le ha cogido gusto a
oscurecer su trabajo, y debe ser el cliente predilecto de Pelikan, por la cantidad de
tinta que consume. Le socorre un agraciado color (de Dave Steward) que realza lo contado,
francamente esquemático, pero impregnado de médula. Aducimos a la parodia, algo
difícil de conseguir.
Arropan al Emperador Zombi ayudantes de
poca utilidad; están diseñados para ampliar el gag. Tampoco escapa del sarcasmo el voluntarioso Cabeza de
Tornillo, leal recurso al servicio de Abraham
Lincoln, y cuya labor ha salvado anteriormente nuestro ancho mundo. El
Emperador Zombi y él, sugiere Mignola, ya se han enfrentado antes, prevaleciendo
Cabeza de Tornillo.
La elección de la temática demuestra o un
grado sublime de inspiración o la rampante genialidad de Mignola, como también
muestra su deseo de apartarse del sombrío palio que desprende Hellboy. No obstante, no puede del todo/completamente
deshonrar a quien le ha inmortalizado; no es tan soberbio. Es agradecido, y por
eso hace un cóctel de referencias en esta historieta, premiada con el Eisner.
El Emperador Zombi y su inepta hueste |
Se siente cómodo en los tenebrosos
escenarios barrocos pulverulentos y plagados de telarañas, las ruinas antiguas
y arcanas que refieren siniestros episodios casi previos al Hombre, todo cuanto
Lovecraft se empeñó en hacer
grandioso desde los párrafos de sus relatos en una modesta publicación pulp,
que está demostrándose la literatura de calidad, capaz de engendrar fantabulaciones modernas del cine,
semillero de los Grandes Clásicos de la actualidad.
Desde ese confort, dibuja un secreto
episodio de la Historia que carga sobre los hombros de Cabeza de Tornillo, puro
elemento propio de Jules Verne:
remachado por doquier, disparado contra el Emperador Zombi con un cañón,
dinámico aventurero estilo Doc Savage,
salva al mundo de las amenazas menos mecánicas que podría generar un Dr. Arliss Loveless y las más mágicas
que encarna el Emperador Zombi.
Aprovecho para hacer digresión contra la
moda de los zombis. Felizmente, cae. Su carne putrefacta empieza a encontrar
las tumbas de donde jamás debió salir. Porque una cosa es tener un par de
filmes afortunados que aportan variedad al espectro del ocio, y otra una Sociedad entera volcada a un fenómeno
repelente como son los zombis. Cojones, ¡que son cadáveres ambulantes! ¿No tenemos fetichismos más saludables
que descubrir que lo que pone al personal es la necrofilia?
Sin compasión con el héroe |
El país ha sufrido este repelente azote,
¡encumbrándolo! Ya estamos descamándonos de esa suciedad para recorrer espacios
más amplios y, sobre todo, salubres. Con Cabeza
de Tornillo, Mignola se adelantó en defensa de esos otros Universos de
ficción que estaban viéndose acorralados por la necrofilia mórbida/morbosa de
un colectivo que, desde su pequeñez, lograba irracionalmente imponerse.
También Cabeza de Tornillo expresa el que una elegante y medida mezcla de
tipos de aventuras es idónea forma de contar una historia. Los zombis, a los
que ODIO, como a quienes ciegamente les veneran, son sólo eso: el shooting
game descerebrado sobre criaturas plagadas de vermes y moscas que van
dando tumbos, o se motorizan con súbito estallido de energía en pos de carne
fresca.
Esto no abruma a Cabeza de Tornillo |
El tiroteo es toda el “alma” zombi: esas
gilipolleces de que son la transferencia del miedo al contagio, trasunto de las
plagas medievales, o un soterrado discurso del seguidismo al líder, que las
masas descerebradas (los zombis) siguen sin plantearse el doctrinario, o hasta
algo de corte religioso para meter otra lasca teófoba, son eso: carajotadas
prepotentes.
En la creación sólo impera una cosa: ganar $; vender algo por una buena
cantidad de dinero, y hacerse un prestigio para cobrar más Más MÁS. Los
discursos antes citados, obra de ‘inteligencias’ aburridas que quieren ganar
notoriedad así, es guano mental. Lo que prima es la diversión, que esté bien
realizada. Y Mignola, con Cabeza de
Tornillo, lo consigue. Con nota alta. Pasen y lean.