viernes, 17 de abril de 2015

EL ASOMBROSO CABEZA DE TORNILLO — MIKE MIGNOLA

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El padre de Hellboy nos ofrece una ingeniosa parodia del gótico, burlándose de él mediante Cabeza de Tornillo, ente robótico de orígenes secretos. Al menos, en su primera andanza. Mignola no para en ese “estilo” de lanzar pullas: también se mofa de sí mismo al envolver esta aventura de corte steampunk (a lo Wild Wild West) de los cataclismos prebíblicos de Hellboy y las figuras de autoridad, dibujadas estáticas y encumbradas en una sapiencia enigmática, pura farfolla arrogante que puede ocultar la más absoluta ignorancia.

También dispara contra los zombis. El enemigo al que Cabeza de Tornillo frustra planes (aunque el propio Emperador Zombi no duda en boicotearse) es un altanero y un tanto inepto muerto viviente maqueado en ropajes decimonónicos que le brindan una vaga dignidad. Henchido de la megalomanía característica de los supervillanos del mainstream, el Emperador Zombi persigue apoderarse de una joya embrujada cuyo poder cabalga entre los fetiches cargados de letal hechicería de la Era Hyboria y el Arca Perdida.

Lincoln llamando al héroe
Mignola, para narrar esta singular parodia, ilustra amplias viñetas bañadas en negro. Le ha cogido gusto a oscurecer su trabajo, y debe ser el cliente predilecto de Pelikan, por la cantidad de tinta que consume. Le socorre un agraciado color (de Dave Steward) que realza lo contado, francamente esquemático, pero impregnado de médula. Aducimos a la parodia, algo difícil de conseguir.

Arropan al Emperador Zombi ayudantes de poca utilidad; están diseñados para ampliar el gag. Tampoco escapa del sarcasmo el voluntarioso Cabeza de Tornillo, leal recurso al servicio de Abraham Lincoln, y cuya labor ha salvado anteriormente nuestro ancho mundo. El Emperador Zombi y él, sugiere Mignola, ya se han enfrentado antes, prevaleciendo Cabeza de Tornillo.

La elección de la temática demuestra o un grado sublime de inspiración o la rampante genialidad de Mignola, como también muestra su deseo de apartarse del sombrío palio que desprende Hellboy. No obstante, no puede del todo/completamente deshonrar a quien le ha inmortalizado; no es tan soberbio. Es agradecido, y por eso hace un cóctel de referencias en esta historieta, premiada con el Eisner.

El Emperador Zombi y su
inepta hueste
Se siente cómodo en los tenebrosos escenarios barrocos pulverulentos y plagados de telarañas, las ruinas antiguas y arcanas que refieren siniestros episodios casi previos al Hombre, todo cuanto Lovecraft se empeñó en hacer grandioso desde los párrafos de sus relatos en una modesta publicación pulp, que está demostrándose la literatura de calidad, capaz de engendrar fantabulaciones modernas del cine, semillero de los Grandes Clásicos de la actualidad.

Desde ese confort, dibuja un secreto episodio de la Historia que carga sobre los hombros de Cabeza de Tornillo, puro elemento propio de Jules Verne: remachado por doquier, disparado contra el Emperador Zombi con un cañón, dinámico aventurero estilo Doc Savage, salva al mundo de las amenazas menos mecánicas que podría generar un Dr. Arliss Loveless y las más mágicas que encarna el Emperador Zombi.

Aprovecho para hacer digresión contra la moda de los zombis. Felizmente, cae. Su carne putrefacta empieza a encontrar las tumbas de donde jamás debió salir. Porque una cosa es tener un par de filmes afortunados que aportan variedad al espectro del ocio, y otra una Sociedad entera volcada a un fenómeno repelente como son los zombis. Cojones, ¡que son cadáveres ambulantes! ¿No tenemos fetichismos más saludables que descubrir que lo que pone al personal es la necrofilia?

Sin compasión con el héroe
El país ha sufrido este repelente azote, ¡encumbrándolo! Ya estamos descamándonos de esa suciedad para recorrer espacios más amplios y, sobre todo, salubres. Con Cabeza de Tornillo, Mignola se adelantó en defensa de esos otros Universos de ficción que estaban viéndose acorralados por la necrofilia mórbida/morbosa de un colectivo que, desde su pequeñez, lograba irracionalmente imponerse.

También Cabeza de Tornillo expresa el que una elegante y medida mezcla de tipos de aventuras es idónea forma de contar una historia. Los zombis, a los que ODIO, como a quienes ciegamente les veneran, son sólo eso: el shooting game descerebrado sobre criaturas plagadas de vermes y moscas que van dando tumbos, o se motorizan con súbito estallido de energía en pos de carne fresca.

Esto no abruma a Cabeza
de Tornillo
El tiroteo es toda el “alma” zombi: esas gilipolleces de que son la transferencia del miedo al contagio, trasunto de las plagas medievales, o un soterrado discurso del seguidismo al líder, que las masas descerebradas (los zombis) siguen sin plantearse el doctrinario, o hasta algo de corte religioso para meter otra lasca teófoba, son eso: carajotadas prepotentes.

En la creación sólo impera una cosa: ganar $; vender algo por una buena cantidad de dinero, y hacerse un prestigio para cobrar más Más MÁS. Los discursos antes citados, obra de ‘inteligencias’ aburridas que quieren ganar notoriedad así, es guano mental. Lo que prima es la diversión, que esté bien realizada. Y Mignola, con Cabeza de Tornillo, lo consigue. Con nota alta. Pasen y lean.