lunes, 6 de abril de 2015

STARSHIP TROOPERS — PAUL VERHOEVEN

Afiche. Falso: el enemigo es siempre
el mismo. Su forma sí cambia
El director de procedencia holandesa, Paul Verhoeven, otro encadenado a las polémicas, ciertas o inventadas, acertó eligiendo al protagonista, sí, ajá, de esta sardónica adaptación de la controvertida novela de Robert A. Heinlehin.

Para el crédulo Johnny Rico escogió a un Casper Van Dien que daba la talla para lo que el Ejército satirizado por Heinlehin (bueno, por extensión, también el de la vida real) quiere para nutrir sus filas: culturista de mentón cuadrado, ejemplar ario perseguido por la Propaganda nazi, falta de ego y ponderación, capaz de imponer la brutalidad indispensable (que encarnan el Sargento ZimClancy Brown—, Ace LevyJake Busey—, o Carl JenkinsNeil Patrick Harris—), porque, si no, ¡nadie iría a combatir!, salvo los freakies que gustan de los uniformes, la disciplina y destruir vidas y haciendas ajenas so pretexto de defender causas y principios sagrados.

La vida es así y, por desgracia, debe haber de todo. Aun sujetos tan negativos, incapaces de ser felices si no es fastidiando al prójimo de diversas formas.

Justo el prototipo ario/atlético codiciado por todo
Ejército: Johnny Rico. No piensa, sólo obedece
Pero centrándonos en la materia: cuanta persona que me hablaba del filme, ¡lo tundía! Militarista. Absurdo. Excesivo. ‘Justificaba’ las matanzas imperialistas yanquis (qué fuerte. Y qué curioso: los rusos jamás JAMÁS las han causado; ni los soviéticos tuvieron deseos imperialistas), trocadas en oleadas de bichos (imagen despectiva del enemigo) a los que disparar sin cesar como en el más delirante shooting game.

Conocía la novela, y sabía que los bichos… ¡eran el enemigo! La Humanidad, al expandirse por el Cosmos, topaba un invertebrado “alter ego” agresivo. ¿Por qué no? ¿Vamos a estar siempre bajo el palio panteísta trekkie de humanoides hostiles, o qué? Además, Tropas del espacio tiene un mordiente lúdico (los tiroteos) que debe considerarse. ¿Qué importa cuál sea el rival? Heinlein precisaba uno, e ideó bichos.

Alístate y viajarás... a planetas tela de beligerantes
No podía entender, por tanto, por qué combatir al enemigo insectil del relato era causa para incrementar el demérito de una excelente y cítrica adaptación como es la realizada por Verhoeven. Pero, los progres piensan así.

Por otra parte, algo de lo que los militares se valen para efectuar levas es a la erótica de las armas, y las de Starship Troopers deslumbran más que modelos de Playboy. El arsenal tiene una relevancia fundamental en la película; recordemos la secuencia en que tres miembros de la Infantería Móvil “seducen” a unos niños, en un parque, para enrolarse alucinándoles con sus imponentes rifles y municiones.

Los behemots sepultados te darán la bienvenida
De este modo Verhoeven (o Edward Neumeier, guionista, que recupera aquí el potencial ácido de RoboCop) destaca qué dogmatizada hacia el “Servicio que otorga la ciudadanía” (antiguo concepto hoplita) está la Sociedad descrita en ambos documentos. Rasczak (Michael Ironside), en su clase, intenta incluso desmotivar a los alumnos para no ingresar en barras, creando suerte de refuerzo psicológico negativo que planta una semilla en el cerebro de los jóvenes: Cuando tanto TANTO lo denuestan, ¡es porque tiene cosa buena!

Tampoco debemos escandalizarnos por lo del “fracaso de la democracia”, porque un somero repaso a nuestra Historia reciente delata qué fácilmente la democracia es víctima. Y no tanto de extremismos o fascismos como de los mismos “servidores” de la democracia, que la pervierten, corrompen, o prostituyen, en nombre del saqueo sistemático de las instituciones, causando detrimento de los servicios sociales básicos.

Infantería Móvil: listos para toda acción donde sea
Y deteriora la fe en la democracia la actitud de “amnistía” como los políticos “premian” tales conductas, previa ampulosa denuncia con contundentes palabras de nulo peso. ¡Convierten la democracia en una mascarada de delincuentes!

Heinlein/Verhoeven/Neumeier eran, por tanto, conscientes de que la masa sacrificará, sin dolor, la libertad-democracia por un Sistema, pasablemente justo, que garantice un paraíso material, como el descrito en libro y filme. Abunda la prosperidad (o tal parece) a cambio de que el poder de decidir (importante frase) lo ostenten unos pocos, en principio templados en un crisol de penalidades que les hacen más comprensivos de las necesidades humanas, no como los abstractos sabios moralistas tendentes a utopías irreales, ilusorias.

Viejos amigos escolares, el avatar bélico les
imposta una marcada y siniestra madurez
También Verhoeven delata lo relativo de la fuerza física. Las féminas concursantes, Dizzy Flores (Dina Meyer), Carmen Ibáñez (Denise Richards), o la Capitana Deladrier (Brenda Strong), alcanzan, u ostentan, puestos de responsabilidad distintos al de los varones, tan noqueados que ni aspiran a machos alfa. Estas mujeres proponen alternativas lógicas a problemas que Johnny espera resolver con un tiroteo.

Starship Troopers acabará siendo (si no es ya) un grandioso filme que romperá sin dificultad la viscosa costra de descalificaciones (siempre más fáciles de dar que en conceder méritos) que, otrora, recibió. De ser “de culto”, se convertirá en obra maestra de la sátira antimilitarista, que empleó con sabiduría sus excesos (‘rictus’ de Verhoeven que, creo, usó con generosa liberalidad aquí) para denunciar la sangrante incompetencia militar (el desastre de Klendathu), que sólo se sacia cuando masacra lo mejor de una generación en tierras lejanas.