Afiche. Falso: el enemigo es siempre el mismo. Su forma sí cambia |
El director de procedencia holandesa, Paul Verhoeven, otro encadenado a las
polémicas, ciertas o inventadas, acertó eligiendo al protagonista, sí, ajá, de
esta sardónica adaptación de la controvertida novela de Robert A.
Heinlehin.
Para el crédulo Johnny Rico escogió a un Casper
Van Dien que daba la talla para lo que el Ejército satirizado por Heinlehin
(bueno, por extensión, también el de la vida real) quiere para nutrir sus
filas: culturista de mentón cuadrado, ejemplar ario perseguido por la Propaganda nazi, falta de ego y
ponderación, capaz de imponer la brutalidad indispensable (que encarnan el Sargento Zim —Clancy Brown—, Ace Levy
—Jake Busey—, o Carl Jenkins —Neil Patrick
Harris—), porque, si no, ¡nadie iría a combatir!, salvo los freakies
que gustan de los uniformes, la disciplina y destruir vidas y haciendas ajenas
so pretexto de defender causas y principios sagrados.
La vida es así y, por desgracia, debe
haber de todo. Aun sujetos tan negativos, incapaces de ser felices si no es
fastidiando al prójimo de diversas formas.
Justo el prototipo ario/atlético codiciado por todo Ejército: Johnny Rico. No piensa, sólo obedece |
Pero centrándonos en la materia: cuanta
persona que me hablaba del filme, ¡lo tundía! Militarista. Absurdo. Excesivo. ‘Justificaba’ las matanzas
imperialistas yanquis (qué fuerte. Y qué curioso: los rusos jamás JAMÁS las han
causado; ni los soviéticos tuvieron deseos imperialistas), trocadas en oleadas
de bichos (imagen despectiva del
enemigo) a los que disparar sin cesar como en el más delirante shooting game.
Conocía la novela, y sabía que los
bichos… ¡eran el enemigo! La Humanidad, al expandirse por el Cosmos, topaba un invertebrado
“alter ego” agresivo. ¿Por qué no?
¿Vamos a estar siempre bajo el palio panteísta trekkie de humanoides
hostiles, o qué? Además, Tropas del espacio tiene un
mordiente lúdico (los tiroteos) que debe considerarse. ¿Qué importa cuál sea el
rival? Heinlein precisaba uno, e ideó bichos.
Alístate y viajarás... a planetas tela de beligerantes |
No podía entender, por tanto, por qué
combatir al enemigo insectil del relato era causa para incrementar el demérito
de una excelente y cítrica adaptación como es la realizada por Verhoeven. Pero,
los progres piensan así.
Por otra parte, algo de lo que los
militares se valen para efectuar levas es a la erótica de las armas, y las de Starship
Troopers deslumbran más que modelos de Playboy. El arsenal tiene una
relevancia fundamental en la película; recordemos la secuencia en que tres
miembros de la Infantería Móvil
“seducen” a unos niños, en un parque, para enrolarse alucinándoles con sus
imponentes rifles y municiones.
Los behemots sepultados te darán la bienvenida |
De este modo Verhoeven (o Edward Neumeier, guionista, que
recupera aquí el potencial ácido de RoboCop) destaca qué dogmatizada
hacia el “Servicio que otorga la
ciudadanía” (antiguo concepto hoplita)
está la Sociedad descrita en ambos documentos. Rasczak (Michael Ironside),
en su clase, intenta incluso desmotivar a los alumnos para no ingresar en barras, creando suerte de refuerzo
psicológico negativo que planta una semilla en el cerebro de los jóvenes: Cuando tanto TANTO lo denuestan, ¡es porque
tiene cosa buena!
Tampoco debemos escandalizarnos por lo
del “fracaso de la democracia”,
porque un somero repaso a nuestra Historia reciente delata qué fácilmente la
democracia es víctima. Y no tanto de extremismos o fascismos como de los mismos
“servidores” de la democracia, que la pervierten, corrompen, o prostituyen, en
nombre del saqueo sistemático de las instituciones, causando detrimento de los servicios
sociales básicos.
Infantería Móvil: listos para toda acción donde sea |
Y deteriora la fe en la democracia la
actitud de “amnistía” como los políticos “premian” tales conductas, previa
ampulosa denuncia con contundentes palabras de nulo peso. ¡Convierten la
democracia en una mascarada de delincuentes!
Heinlein/Verhoeven/Neumeier eran, por
tanto, conscientes de que la masa sacrificará, sin dolor, la
libertad-democracia por un Sistema, pasablemente justo, que garantice un
paraíso material, como el descrito en libro y filme. Abunda la prosperidad (o
tal parece) a cambio de que el poder de decidir (importante frase) lo ostenten
unos pocos, en principio templados en un crisol de penalidades que les hacen más
comprensivos de las necesidades humanas, no como los abstractos sabios
moralistas tendentes a utopías irreales, ilusorias.
Viejos amigos escolares, el avatar bélico les imposta una marcada y siniestra madurez |
También Verhoeven delata lo relativo de
la fuerza física. Las féminas concursantes, Dizzy Flores (Dina Meyer),
Carmen Ibáñez (Denise Richards), o la Capitana
Deladrier (Brenda Strong),
alcanzan, u ostentan, puestos de responsabilidad distintos al de los varones, tan
noqueados que ni aspiran a machos alfa. Estas mujeres proponen alternativas
lógicas a problemas que Johnny espera resolver con un tiroteo.
Starship
Troopers acabará siendo
(si no es ya) un grandioso filme que romperá sin dificultad la viscosa costra
de descalificaciones (siempre más fáciles de dar que en conceder méritos) que, otrora,
recibió. De ser “de culto”, se convertirá en obra maestra de la sátira antimilitarista, que empleó con
sabiduría sus excesos (‘rictus’ de Verhoeven que, creo, usó con generosa liberalidad
aquí) para denunciar la sangrante incompetencia militar (el desastre de Klendathu), que sólo se sacia cuando
masacra lo mejor de una generación en tierras lejanas.